"Lo que ha hecho grande a Juan, lo que le ha hecho el más grande entre los grandes, es que ha vivido sus virtudes al máximo... uniendo a estas la más grande de todas, la humildad. Siendo considerado como el más elevado de todos, espontáneamente y con la presura del amor, ha puesto por encima de él a Aquel que es el más humilde de todos, y hasta tal punto lo ha puesto por encima de él que se declaró indigno de desatarle las sandalias (Mt 3, 11).
Que otros queden maravillados de que Juan haya sido anunciado por los profetas, anunciado por un ángel..., nacido de padres tan santos y tan nobles, aunque de edad avanzada y estériles..., que en el desierto haya preparado el camino del Redentor, que haya convertido los corazones de los padres hacia los hijos y los de los hijos hacia los padres (Lc 1,17), que haya sido digno de bautizar al Hijo, escuchar al Padre, ver al Espíritu (Lc 3, 22), en fin, que haya combatido por la verdad hasta dar la vida y que, para ser precursor de Cristo incluso en el país de los muertos, haya sido mártir de Cristo ya antes de su Pasión. Que otros se queden maravillados de todo esto...
A nosotros, hermanos míos, se nos propone su humildad no tan sólo como objeto de admiración, sino también de imitación. Es ella que le ha incitado a no querer pasar por grande, siendo así que podía hacerlo... En efecto, este fiel «amigo del Esposo» (Jn 3,29) que amaba a su Señor más que a sí mismo, deseaba «disminuir» para que él creciera (v 30). Se esforzaba para aumentar la gloria de Cristo haciéndose él mismo más pequeño, manifestando a través de toda su conducta lo que diría el apóstol Pablo: «No nos predicamos a nosotros mismos sino al Señor Jesucristo» (2Co 4,5)". Beato Guerrico de Igny, Tercer sermón sobre san Juan Bautista