Non nobis, Domine, non nobis, sed nomine tuo da gloriam. Psal 113, 9

jueves, 30 de junio de 2011

Diez cosas que impiden la devoción


"Y así como hay cosas que ayudan a la devoción, así también hay cosas que la impiden, entre las cuales la primera es los pecados, no sólo los mortales, sino también los veniales, porque éstos, aunque no quitan la caridad, quitan el fervor de la caridad, que es casi lo mismo que devoción, por donde es razón evitarlos con todo cuidado, ya que no fuese por el mal que nos hacen, a lo menos por el grande bien que nos impiden.
Impide también el remordimiento de la conciencia, que procede de los mismos pecados (cuando es demasiado), porque trae el ánima inquieta, y caída, y desmayada, y flaca para todo buen ejercicio.
Impiden también los escrúpulos, por la misma causa, porque son como espinas, y no la dejan reposar y sosegar en Dios y gozar de la verdadera paz.
Impide también cualquier amargura y desabrimiento del corazón y tristeza desordenada, porque con esto muy mal se puede compadecer el gusto y suavidad de la buena conciencia y de la alegría espiritual.
Impiden, otrosí, los cuidados demasiados, los cuales son aquellos mosquitos de Egipto que inquietan el ánima y no la dejan dormir este sueño espiritual que se duerme en la oración, antes allí más que en otra parte la inquietan y divierten con su ejercicio.
Impiden también las ocupaciones demasiadas, porque ocupan el tiempo y ahogan el espíritu, y así dejan al hombre sin tiempo y sin corazón para vacar a Dios.
Impiden los regalos y consolaciones sensuales (cuando el hombre es demasiado en ellas), porque el que se da mucho a las consolaciones del mundo, no merece las del Espíritu Santo, como dice San Bernardo.
Impide el regalo en el demasiado comer y beber, mayormente las cenas largas, porque éstas hacen muy mala cama a los espirituales ejercicios y a las vigilias sagradas, porque con el cuerpo pesado y harto de mantenimiento, muy mal aparejado está el ánimo para volar a lo alto.
Impide el vicio de la curiosidad, así de los sentidos como el entendimiento, que es querer oír y ver y saber muchas cosas y desear cosas pulidas, curiosas y bien labradas, porque todo esto ocupa el tiempo, embaraza los sentidos, inquieta el ánima y derrámala en muchas partes, y así impide la devoción.
Impide, finalmente, la interrupción de todos estos santos ejercicios, si no es cuando se deja por causa de alguna piadosa o justa necesidad, porque (como dice un doctor) es muy delicado el espíritu de la devoción, el cual después de ido, o no vuelve, o a lo menos con mucha dificultad. Y por esto, así como los árboles y los cuerpos humanos quieren sus riegos y mantenimientos ordinarios, y en faltando esto luego desfallecen y desmedran, así también lo hace la devoción, cuando le falta el riego y mantenimiento de la consideración.
Todo esto se ha dicho así sumariamente, para que mejor se pudiese tener en la memoria, la declaración de lo cual podrá ver quien quisiere con el ejercicio y larga experiencia". San Pedro de Alcántara, Tratado de la oración y meditación.

martes, 28 de junio de 2011

El amor encierra en si todas la vocaciones

"Entendí que sólo el amor es el que impulsa a obrar a los miembros de la Iglesia, y que si faltase este amor, ni los apóstoles anunciarían ya el Evangelio, ni los mártires derramarían su sangre. Reconocí claramente y me convencí de que el amor encierra en si todas las vocaciones, que el amor lo es todo, que abarca todos los tiempos y lugares, en una palabra que el amor es eterno. Entonces, llena de alegría desbordante, exclamé: Oh, Jesús, amor mio, por fin he encontrado mi vocación: mi vocación es el amor. Sí, he hallado mi propio lugar en la Iglesia, y este lugar es el que tú me has señalado, Dios mio. En el corazón de la Iglesia, que es mi madre, yo seré el amor: de este modo lo seré todo y mi deseo se verá colmado". Santa Teresa del Niño Jesús, Manuscritos autobiográficos.

domingo, 26 de junio de 2011

Ama y haz lo que quieras

"Este breve mandato se te ha dado de una vez para siempre: Ama y haz lo que quieras; si te callas, calla por amor; si hablas, habla por amor; si corriges, corrige por amor; si perdonas, perdona por amor; ten la raíz del amor en el fondo de tu corazón: de esta raíz solamente puede salir lo que es bueno". San Agustín, Comentario a la 1ª Epístola de San Juan, 7.

viernes, 24 de junio de 2011

La sagrada Comunión

"Es preferible que vayáis a la sagrada Comunión con vuestras miserias a que os apartéis de ella por temor o humildad; esas miserias, por el contrario, serán un poderoso estímulo para desear el pan de los fuertes y singularmente el pan de los débiles y pobres. El amor es más atrevido que respetuoso, más confiado que tímido. Derrita este sol divino el hielo de que están llenas vuestras acciones y miserias". San Pedro Julián Eymard, La sagrada Comunión.

miércoles, 22 de junio de 2011

Enemigos mañosos de la Iglesia

“Estos enemigos tan mañosos han llenado y embriagado con hiel y amargura a la Iglesia, esposa del Cordero inmaculado, y han colocado manos impías en sus posesiones más sagradas. En el mismo lugar santo, donde se alza la Sede del más santo Pedro y la Silla de la Verdad para luz del mundo, han levantado el trono de su más abominable impiedad con el inicuo concepto de que cuando al Pastor se le derribe, las ovejas podrán dispersarse”. León XIII, Motu Proprio del 25 de septiembre de 1888.

lunes, 20 de junio de 2011

La Sagrada Liturgia

"Trátase de un poema sagrado, en el cual han puesto realmente su mano el cielo y la tierra, y a través del cual, la humanidad, rescatada con la sangre del Cordero sin mancilla, remóntase muy alto, sobre las alas del espíritu, y llega hasta el trono de Dios. Y es algo más que una simple elevación, ya que la Sagrada Liturgia no solamente representa y expresa lo inefable y lo divino, sino que mediante los Sacramentos y las fórmulas eucológicas, la produce, por decirlo así, y lo realiza en las almas de los fieles, a los cuales comunica las gracias de la Redención". Cardenal Schuster, Liber Sacramentorum, vol. I, c. 1.

sábado, 18 de junio de 2011

El "primer hijo" de Santa Teresita

“Oí hablar de un gran criminal que acababa de ser condenado a muerte por unos crímenes horribles. Todo hacía pensar que moriría impenitente. Yo quise evitar a toda costa que cayese en el infierno, y para conseguirlo empleé todos los medios imaginables.
Sabiendo que por mí misma no podía nada, ofrecí a Dios todos los méritos infinitos de Nuestro Señor y los tesoros de la santa Iglesia; y por último, le pedí a Celina que encargase una Misa por mis intenciones, no atreviéndome a encargarla yo misma por miedo a verme obligada a confesar que era por Pranzini, el gran criminal.
Tampoco quería decírselo a Celina, pero me hizo tan tiernas y tan apremiantes preguntas, que acabé por confiarle mi secreto. Lejos de burlarse de mí, me pidió que la dejara ayudarme a convertir a mi pecador.
Yo acepté, agradecida, pues hubiese querido que todas las criaturas se unieran a mí para implorar gracia para el culpable.
En el fondo de mi corazón yo tenía la plena seguridad de que nuestros deseos serían escuchados. Pero para animarme a seguir rezando por los pecadores, le dije a Dios que estaba completamente segura de que perdonaría al pobre infeliz de Pranzini, y que lo creería aunque no se confesase ni diese muestra alguna de arrepentimiento, tanta confianza tenía en la misericordia infinita de Jesús; pero que, simplemente para mi consuelo, le pedía tan sólo «una señal» de arrepentimiento…
Mi oración fue escuchada al pie de la letra. A pesar de que papá nos había prohibido leer periódicos, no creí desobedecerle leyendo los pasajes que hablaban de Pranzini. Al día siguiente de su ejecución, cayó en mis manos el periódico «La Croix». Lo abrí apresuradamente, ¿y qué fue lo que vi…?
Las lágrimas traicionaron mi emoción y tuve que esconderme… Pranzini no se había confesado, había subido al cadalso, y se disponía a meter la cabeza en el lúgubre agujero, cuando de repente, tocado por una súbita inspiración, se volvió, cogió el crucifijo que le presentaba el sacerdote ¡y besó por tres veces sus llagas sagradas…! Después su alma voló a recibir la sentencia misericordiosa de Aquel que dijo que habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por los noventa y nueve justos que no necesitan convertirse…
Había obtenido «la señal» pedida, y esta señal era la fiel reproducción de las gracias que Jesús me había concedido para inclinarme a rezar por los pecadores. ¿No se había despertado en mi corazón la sed de almas precisamente ante las llagas de Jesús, al ver gotear su sangre divina? Yo quería darles a beber esa sangre inmaculada que los purificaría de sus manchas, ¡¡¡y los labios de «mi primer hijo» fueron a posarse precisamente sobre esas llagas sagradas…!!! ¡Qué respuesta de inefable dulzura…!
A partir de esta gracia sin igual, mi deseo de salvar almas fue creciendo de día en día. Me parecía oír a Jesús decirme como a la Samaritana: «¡Dame de beber!»
Era un verdadero intercambio de amor: yo daba a las almas la sangre de Jesús, y a Jesús le ofrecía esas mismas almas refrescadas por su rocío divino. Así me parecía que aplacaba su sed. Y cuanto más le deba de beber, más crecía la sed de mi pobre alma, y esta sed ardiente que él me daba era la bebida más deliciosa de su amor…”. Santa Teresa de Lisieux, Historia de un Alma.

jueves, 16 de junio de 2011

Confianza en la Virgen María

"En todas nuestras penas, sean del alma, sean del cuerpo, después de Dios, hemos de concebir una gran confianza en la Virgen María". Santo Cura de Ars, Sermón sobre la esperanza.

martes, 14 de junio de 2011

Conformidad con la voluntad divina

"Nuestra conformidad con la voluntad divina debe ser entera, sin reserva y constante. Esta es la cima de la perfección, y a ella, repito, deben tender todas nuestras acciones, todos nuestros deseos, todas nuestras oraciones". San Alfonso María de Ligorio, Práctica del amor a Jesucristo, 13.

domingo, 12 de junio de 2011

Todo sea transmitido con fidelidad

"La misma naturaleza de la religión exige que todo sea transmitido a los hijos con la misma fidelidad con la cual ha sido recibido de los padres, y que, además, no nos es lícito llevar y traer la religión por donde nos parezca, sino que más bien somos nosotros los que tenemos que seguirla por donde ella nos conduzca". San Vicente de Lerins, Conmonitorio, 6.

viernes, 10 de junio de 2011

Perseverancia en la oración

"Todos los santos comenzaron su conversión por la oración y por ella perseveraron; y todos los condenados se perdieron por su negligencia en la oración. Digo, pues, que la oración nos es absolutamente necesaria para perseverar". Santo Cura de Ars, Sermón sobre la perseverancia.

miércoles, 8 de junio de 2011

Es mejor andar por el camino

"Es mejor andar por el camino, aunque sea cojeando, que correr fuera de él. Porque el que va cojeando por el camino, aunque adelante poco, se va acercando al término; pero el que anda fuera del camino, cuanto más corre tanto más se va alejando del camino". Santo Tomás de Aquino, Comentario al Evangelio de San Juan, 14, 2.

lunes, 6 de junio de 2011

Llevar a término toda obra buena

"Mi palabra se dirige ahora a ti, quienquiera que seas, que renuncias a tus propias voluntades y tomas las preclaras y fortísimas armas de la obediencia, para militar por Cristo Señor, verdadero Rey. Ante todo pídele con una oración muy constante que lleve a su término toda obra buena que comiences, para que Aquel que se dignó contarnos en el número de sus hijos, no tenga nunca que entristecerse por nuestras malas acciones". Regla de San Benito, Prólogo, 3-5.

sábado, 4 de junio de 2011

Combatir al precio de mil peligros

“En comparación con los santos y fieles que habrá entonces, ¿qué somos nosotros? Pues, para ponerlos a prueba el diablo, a quien nosotros debemos combatir al precio de mil peligros, estará desencadenado, cuando ahora está atado. Y sin embargo, añade, es de creer que ya en el día de hoy Cristo tiene soldados lo bastante prudentes y fuertes, para poder despistar con sabiduría, si es preciso, todas sus emboscadas, y soportar con paciencia los asaltos de su enemigo, incluso cuando está desencadenado”. San Agustín de Hipona, De Civitate Dei, lib. XX, 8.

jueves, 2 de junio de 2011

Brillante y luminosa estrella!

“¡Oh tú, que caminando por este miserable valle de lágrimas andas zozobrando entre las tempestades del mundo, si no quieres verte sumergido entre las olas, no apartes jamás los ojos de esta brillante y luminosa estrella! Si se levanta el huracán de las tentaciones, si tropiezas contra los escollos de la tribulación, mira a la estrella, llama a María. Si eres combatido por las olas del orgullo, de la ambición, de la maledicencia, de la envidia, mira a la estrella, invoca a María. Si la cólera, la avaricia o los estímulos de la carne arrastran la navecilla de tu alma, vuelve tus ojos hacia María. Si te turba el horror de tus pecados, si la conciencia se estremece a la vista de su gravedad y número, si el temor de los terribles juicios de Dios te inducen a desesperación, piensa en María. En los peligros, en las angustias, en las dudas, invoca a María. No se aparte su nombre de tus labios ni de tu corazón; y si quieres que Ella ruegue por ti, procura imitar sus ejemplos siguiéndola, no te desvías; rogándola, no desesperas; contemplándola, no yerras. Si Ella te protege, no temas; con su apoyo no caerás; si Ella te guía, no te cansarás; y si Ella te es propicia, llegarás felizmente al puerto”. San Bernardo de Clairvaux.