“Vosotros debéis luchar con energía, ya que conocéis muy bien las grandes heridas que ha sufrido la inmaculada Esposa de Jesucristo y cuán vigoroso es el ataque destructivo de sus enemigos”. Papa Pío IX.
jueves, 31 de enero de 2019
martes, 29 de enero de 2019
Resguardar la fe
“Debéis trabajar con
mucho cuidado y diligencia para resguardar la fe en medio de esta gran
conspiración de hombres perversos que tratan de mutilarla y destruirla”. Papa
Gregorio XVI, Encíclica Mirari vos.
domingo, 27 de enero de 2019
Llamado
Hemos sido llamados para curar las heridas, para unir lo que se ha venido abajo y para llevar a casa a los que han perdido su camino. San Francisco de Asís.
viernes, 25 de enero de 2019
Mentalidad "horizontalista"
“Hoy, a esta dificultad general para entender los valores puramente espirituales, se añade otra no menor, debida a una mentalidad “horizontalista”, que conduce más o menos conscientemente a un humanismo intrascendente y a no ver en la Iglesia otros fines que los sociológicos”. Los Cartujos, Diálogos en Miraflores, 1981, pág. 136.
miércoles, 23 de enero de 2019
Batalla decisiva
Padre, la Santísima Virgen está triste, porque nadie hace caso a su mensaje, ni los buenos ni los malos. Los buenos porque prosiguen su camino de bondad pero sin hacer caso a este mensaje. Los malos porque no viendo el castigo de Dios actualmente sobre ellos, a causa de sus pecados, prosiguen también su camino de maldad. Pero créame, Padre, Dios va a castigar al mundo, y lo va a castigar de una manera tremenda…
Padre el demonio está librando una batalla decisiva contra la Virgen; y como sabe qué es lo que más ofende a Dios y lo que, en menos tiempo, le hará ganar mayor número de almas, está tratando de ganar a las almas consagradas a Dios, ya que de esta manera también deja el campo de las almas al desamparo, y más fácilmente se apodera de ellas.
Dígales también, Padre, que mis primos Francisco y Jacinta se sacrificaron porque vieron siempre a la Santísima Virgen muy triste en todas sus apariciones. Nunca se sonrió con nosotros, y esa tristeza y angustia que notábamos en la Santísima Virgen, a causa de las ofensas a Dios y de los castigos que amenazaban a los pecadores, nos llegaban al alma. Lo segundo que santificó a los niños fue la visión del infierno.
Padre, no esperemos que venga de Roma una llamada a la penitencia, de parte del Santo Padre, para todo el mundo: ni esperemos tampoco que venga de parte de los señores Obispos para cada una de sus diócesis: ni siquiera tampoco de parte de las Congregaciones Religiosas. No: ya nuestro Señor usó muchas veces de estos medios y el mundo no le ha hecho caso. Por eso, ahora, ahora que cada uno de nosotros comience por sí mismo su reforma espiritual: que tiene que salvar no sólo su alma, sino salvar a todas las almas que Dios ha puesto en su camino.
Por esto mismo Padre, no es mi misión indicarle al mundo los castigos materiales que ciertamente vendrán sobre al tierra si el mundo antes no hace oración y penitencia. No, mi misión es indicarle a todos lo inminente del peligro en que estamos de perder para siempre nuestra alma si seguimos aferrados al pecado.
Padre, la Santísima Virgen no me dijo que nos encontramos en los últimos tiempos del mundo, pero me lo dio a demostrar por tres motivos:
-el primero porque me dijo que el demonio está librando una batalla decisiva con la Virgen, y una batalla decisiva es una batalla final, en donde se va a saber de qué partido es la victoria, de qué partido es la derrota. Así que ahora o somos de Dios o somos del demonio.
-Lo segundo porque me dijo que dos eran los últimos remedios que Dios daba al mundo: el santo Rosario y la devoción al Inmaculado Corazón de María.
-Y tercero, porque siempre en los planos de la Divina Providencia, cuando Dios va a castigar al mundo, agota antes todos los demás medios, y cuando ha visto que el mundo no le ha hecho caso a ninguno de ellos, entonces, como si dijéramos a nuestro modo imperfecto de hablar, nos presenta con cierto temor el último medio de salvación, su Santísima Madre. Porque si despreciamos y rechazamos este último medio, ya no tendremos perdón del cielo, porque hemos cometido un pecado que, en el Evangelio suele llamarse pecado contra el Espíritu Santo: que consiste en rechazar abiertamente, con todo conocimiento y voluntad, la salvación que se presenta en las manos; y también porque nuestro Señor es muy buen hijo; y no permite que ofendamos y despreciemos a su Santísima Madre, teniendo como testimonio patente la historia de varios siglos de la Iglesia que con ejemplos terribles nos indica como Nuestro Señor siempre ha salido en defensa del honor de su Santísima Madre”. Entrevista de Sor Lucía con el P. Fuentes, 1957.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)