Non nobis, Domine, non nobis, sed nomine tuo da gloriam. Psal 113, 9

domingo, 18 de agosto de 2019

Grandes corazones

"Es propio de los grandes corazones el descubrir la necesidad más urgente de su época y consagrarse a ella". Jean-Baptiste Henri Lacordaire O.P.

viernes, 16 de agosto de 2019

Alabanzas al Dios Altísimo

1Tú eres santo, Señor Dios único, que haces maravillas (Sal 76,15). 2Tú eres fuerte, tú eres grande (cf. Sal 85,10), tú eres altísimo, tú eres rey omnipotente, tú, Padre santo (Jn 17,11), rey del cielo y de la tierra (cf. Mt 11,25). 3Tú eres trino y uno, Señor Dios de dioses (cf. Sal 135,2), tú eres el bien, todo el bien, el sumo bien, Señor Dios vivo y verdadero (cf. 1 Tes 1,9). 4Tú eres amor, caridad; tú eres sabiduría, tú eres humildad, tú eres paciencia (Sal 70,5), tú eres belleza, tú eres mansedumbre, tú eres seguridad, tú eres quietud, tú eres gozo, tú eres nuestra esperanza y alegría, tú eres justicia, tú eres templanza, tú eres toda nuestra riqueza a satisfacción. 5Tú eres belleza, tú eres mansedumbre; tú eres protector (Sal 30,5), tú eres custodio y defensor nuestro; tú eres fortaleza (cf. Sal 42,2), tú eres refrigerio. 6Tú eres esperanza nuestra, tú eres fe nuestra, tú eres caridad nuestra, tú eres toda dulzura nuestra, tú eres vida eterna nuestra: Grande y admirable Señor, Dios omnipotente, misericordioso Salvador. San Francisco de Asís.

miércoles, 14 de agosto de 2019

El mal y el bien

Lo que está mal, está mal aunque lo haga todo el mundo. Lo que está bien, está bien aunque no lo haga nadie. San Pío X.

lunes, 12 de agosto de 2019

Dones gratis dados

Asombra que alguien pueda indignarse o mostrar desagrado contra su prójimo porque no sepa cantar o predicar, o no tenga una buena voz, ni memoria, ni elocuencia, ni los demás dones que Dios concede gratuitamente, puesto que solo puede tenerlos aquel a quien le hayan sido dados.
Por eso, en modo alguno debe culparse a un hombre si no goza de tal o cual don. Pues, ¿cómo tendría lo que no ha recibido?
Así pues, no hay que menospreciar a quien no tiene este o aquel don de Dios precisamente por esto: porque no lo ha recibido. Pero quien lo ha recibido, no crea por ello que es mejor, pues son dones gratis dados, y se conceden a buenos y malos.
Pero la divina providencia merece ser alabada en aquel a quien no dio [tales dones], porque con ello le ha evitado el peligro de caer en la soberbia y le brinda la oportunidad de hacerse humilde.
Pues, aunque hubiera tenido [esos dones], no sería por eso, como ya he dicho, mejor a los ojos de Dios, por más que ante los hombres pareciera más respetable y digno de la más alta alabanza. Lanspergio (+ 1539) Enchiridion militiae christianae.

sábado, 10 de agosto de 2019

Treintena a San José


ORACIÓN

¡Oh amabilísimo Patriarca, Señor San José! Desde el abismo de mi pequeñez, dolor y ansiedad, os contemplo con emoción y alegría de mi alma en vuestro solio del cielo, como gloria y gozo de los Bienaventurados, pero también como padre de los huérfanos en la tierra, consolador de los tristes, amparador de los desvalidos, gozo y amor de tus devotos ante el trono de Dios, de tu Jesús y de tu santa Esposa.

Por eso yo, pobre, desvalido, triste y necesitado, a Vos dirijo hoy y siempre mis lágrimas y penas, mis ruegos y clamores del alma, mis arrepentimientos y mis esperanzas; y hoy especialmente os traigo ante vuestro altar y vuestra imagen una pena que consoléis, un mal que remediéis, una desgracia que impidáis, una necesidad que socorráis, una gracia que obtengáis para mí y para mis seres queridos. 

Y para conmoveros y obligaros a oírme y conseguírmelo, os lo pediré y demandaré durante treinta días continuos en reverencia a los treinta años que vivisteis en la tierra con Jesús y María, y os lo pediré, urgente y confiadamente, invocando todos los títulos que tenéis para compadeceros de mí y todos los motivos que tengo para esperar que no dilataréis el oír mi petición y remediar mi necesidad; siendo tan cierta mi fe en vuestra bondad y poder, que al sentirla os sentiréis también obligado a obtener y darme más aún de lo que os pido, y deseo.

***

1.- Os lo pido por la bondad divina que obligó al Verbo Eterno a encarnarse y nacer en la pobre naturaleza humana, como Dios de Dios, Dios Hombre, Dios del Hombre, Dios con el Hombre.

2.- Os lo suplico por vuestra ansiedad de sentiros obligado a abandonar a vuestra santa Esposa, dejándola sola, y yendo solo sin ella.

3.- Os lo ruego por vuestra resignación dolorosísima para buscar un establo y un pesebre para palacio y cuna de Dios, nacido entre los hombres, que le obligan a nacer entre animales.

4.- Os lo imploro por la dolorosísima y humillante circuncisión de vuestro Jesús, y por el santo y dulcísimo nombre que le impusisteis por orden del Eterno para consuelo, amor y esperanza nuestra.

5.- Os lo demando por vuestro sobresalto al oír del Ángel la muerte decretada contra vuestro Hijo Dios, por vuestra obedientísima huida a Egipto, por las penalidades y peligros del camino, por la pobreza del destierro, y por vuestras ansiedades al volver de Egipto a Nazaret.

6.- Os lo pido por vuestra aflicción dolorosa de tres días al perder a vuestro Hijo, y por vuestra consolación suavísima al encontrarle en el templo; por vuestra felicidad inefable de los treinta años que vivisteis en Nazaret con Jesús y María sujetos a vuestra autoridad y providencia.

7.- Os lo suplico y espero por el heroico sacrificio, con que ofrecisteis la víctima de vuestro Jesús al Dios Eterno para la cruz y para la muerte por nuestros pecados y nuestra redención.

8.- Os lo demando por la dolorosa previsión, que os hacía todos los días contemplar aquellas manos infantiles, taladradas un día en la Cruz por agudos clavos; aquella cabeza que se reclinaba dulcísimamente sobre vuestro pecho, que debía ser coronada de espinas; aquel cuerpo divino que estrechabais contra vuestro corazón, que luego verías ensangrentado y extendido sobre los brazos de la Cruz; aquel último momento en que le veíais expirar y morir por mí, por mi alma, por mis pecados.

9.- Os lo imploro por vuestro dulcísimo tránsito de esta vida en los brazos de Jesús y María. y vuestra entrada en el Limbo de los Justos en el cielo, donde tenéis vuestro trono de poder.

10.- Os lo pido por vuestro gozo y vuestra gloria, cuando contemplasteis la Resurrección de vuestro Jesús, su subida y entrada en los cielos y su trono de Rey inmortal de los siglos.

11.- Os lo suplico por vuestra dicha inefable cuando visteis salir del sepulcro a vuestra santísima Esposa, resucitada, y ser subida a los cielos por ángeles, y coronada por el Eterno, y entronizada en un solio junto al vuestro como Madre, Señora y Reina de los ángeles y hombres.

12.- Os lo ruego por vuestra entrega inefable y permanente a la Sagrada Familia que presidias, donde fuiste dueño y esclavo de la castidad perfecta que imperaba en tu ser por el expreso asentimiento que asumisteis en beneficio de la Redención de las almas.

13.- En fin, os lo imploro, ruego y espero confiadamente por vuestros trabajos, penalidades y sacrificios en la tierra, por vuestros triunfos y gloria feliz bienaventuranza en el Cielo con vuestro Hijo Jesús y vuestra esposa Santa María.

¡Oh mi buen San José! Yo, inspirado en las enseñanzas de la Santa Iglesia Católica y de sus Doctores y Teólogos me siento alentado y obligado a pediros, suplicaros y esperar me obtengáis de Dios la grande y extraordinaria gracia que impetro hoy ante este vuestro altar e imagen y ante vuestro trono de bondad y poder en el cielo: la espero Santo Patriarca.

(Padrenuestro, tres Ave María y Gloria)

jueves, 8 de agosto de 2019

La santa pobreza

"La pobreza, que en sí misma no es amable, ya que es una privación y un castigo, aparece llena de encantos en Jesucristo, que la ennoblece y hace de ella la forma de su vida, el fundamento de su Evangelio, y la primera de sus bienaventuranzas, su heredad divina...". San Pedro Julián Eymard.

martes, 6 de agosto de 2019

Restaurar todas las cosas en Cristo

“Ante la sociedad humana sólo queremos ser Ministro de Dios, de cuya autoridad somos depositarios. Los intereses de Dios serán nuestros intereses, por los cuales estamos decididos a desgastar todas nuestras fuerzas y hasta la vida misma, y si alguno nos pidiese una consigna, como expresión de nuestra decidida voluntad, siempre daremos ésta y no otra: “Restaurar todas las cosas en Cristo”, para que Cristo sea todo en todos. Arrancados el enorme crimen de la apostasía de todo orden sobrenatural, tan propia de nuestro tiempo, en la que la sociedad ha caído, hay que devolver el honor debido a las leyes santísimas y a los consejos del Evangelio; afirmar la verdad y la doctrina de la Iglesia acerca de la santidad del matrimonio cristiano, la educación de la juventud, la posesión y el uso de los bienes, los deberes hacia quienes llevan las riendas del gobierno, hay que restituir el equilibrio entre las diversas clases sociales según las normas de las prescripciones y de las costumbres cristianas". San Pío X al anunciar su Pontificado al mundo.

domingo, 4 de agosto de 2019

No abandonar la oración

"Lejos de abandonar la oración, hagámosla con valentía, como el soldado que permanece en su puesto desafiando el peligro y la fatiga, o como el labrador que se inclina constantemente sobre el surco de la tierra a pesar de la inclemencia". Dom Vital Lehodey.

viernes, 2 de agosto de 2019

Falso ecumenísmo

"Podrá parecer que dichos “pancristianos”, tan atentos a unir las iglesias, persiguen el fin nobilísimo de fomentar la caridad entre todos los cristianos. Pero, ¿cómo es posible que la caridad redunde en daño de la fe? Nadie, ciertamente, ignora que San Juan, el Apóstol mismo de la caridad, el cual en su Evangelio parece descubrirnos los secretos del Corazón Santísimo de Jesús, y que solía inculcar continuamente a sus discípulos el nuevo precepto Amaos unos a los otros, prohibió absolutamente todo trato y comunicación con aquellos que no profesasen, íntegra y pura, la doctrina de Jesucristo: Si alguno viene a vosotros y no trae esta doctrina, no le recibáis en casa, y ni siquiera le saludéis (Juan; 2, 10.). Siendo, pues, la fe íntegra y sincera, corno fundamento y raíz de la caridad, necesario es que los discípulos de Cristo estén unidos principalmente con el vínculo de la unidad de fe". Pío XI, Carta Encíclica “Mortalium animos”, Nº 13, 6 de enero de 1928.