Asombra que alguien pueda indignarse o mostrar desagrado contra su prójimo porque no sepa cantar o predicar, o no tenga una buena voz, ni memoria, ni elocuencia, ni los demás dones que Dios concede gratuitamente, puesto que solo puede tenerlos aquel a quien le hayan sido dados.
Por eso, en modo alguno debe culparse a un hombre si no goza de tal o cual don. Pues, ¿cómo tendría lo que no ha recibido?
Así pues, no hay que menospreciar a quien no tiene este o aquel don de Dios precisamente por esto: porque no lo ha recibido. Pero quien lo ha recibido, no crea por ello que es mejor, pues son dones gratis dados, y se conceden a buenos y malos.
Pero la divina providencia merece ser alabada en aquel a quien no dio [tales dones], porque con ello le ha evitado el peligro de caer en la soberbia y le brinda la oportunidad de hacerse humilde.
Pues, aunque hubiera tenido [esos dones], no sería por eso, como ya he dicho, mejor a los ojos de Dios, por más que ante los hombres pareciera más respetable y digno de la más alta alabanza. Lanspergio (+ 1539) Enchiridion militiae christianae.