"En el mundo visible, si un pueblo pequeño declara la guerra al rey, éste no se molesta en dirigir él mismo la batalla sino que manda soldados con sus jefes y entran en combate. Si, por el contrario, el pueblo que se levanta contra el rey es poderoso y capaz de arrasar su reino, el rey se ve obligado a entrar él mismo en combate con su corte y su ejército, y dirigir él mismo la batalla. ¡Mira, pues, cuál es tu dignidad! Dios mismo ha combatido son su ejército, quiero decir con sus ángeles y santos espíritus, viniendo él mismo a protegerte para librarte de la muerte. Ten confianza, pues, y fíjate de qué providencia eres objeto". San Macario, Homilías espirituales, n° 15, 30-31.