“Al que ya no vive según la carne, sino que es llevado por el Espíritu de Dios, se lo llama hijo de Dios, se convierte en imagen de su Unigénito y recibe el nombre de espiritual. Y de la misma manera que la facultad de ver actúa en el ojo sano, así actúa también en esta alma purificada la fuerza del Espíritu”. San Basilio Magno, Sobre el Espíritu Santo, 26.