Non nobis, Domine, non nobis, sed nomine tuo da gloriam. Psal 113, 9

viernes, 23 de septiembre de 2016

Ven, Señor Jesús

Ven, Señor Jesús, busca a tu siervo; busca a tu oveja fatigada; ven, pastor... Mientras tú te retrasas por los montes, tu oveja va errante: deja, pues, a las noventa y nueve restantes, que son tuyas y ven a buscar a la única que se ha perdido. Ven sin hacerte ayudar, sin hacerte anunciar; ahora es a ti a quien espero. No cojas tu látigo, coge tu amor; ven con la suavidad de tu Espíritu. No dudes en dejar en los montes a estas noventa y nueve ovejas que ya son tuyas; sobre las cumbres en que las has puesto, los lobos no tienen acceso a ellas... Ven a mi, que me extraviado quedando lejos de los rebaños de allá arriba, porque también a mi me habías colocado con ellas, pero los lobos de la noche me han hecho abandonar tus apriscos. 
¡Búscame, Señor, puesto que mi oración te busca! ¡Búscame, encuéntrame, levántame, llévame! Al que tú buscas, puedes encontrarlo, al que encuentras, dígnate levantarlo, al que levantas, póntelo sobre tus hombros. Esta carga de tu amor, jamás te es cargosa, y sin cansarte te haces el pagador de la justicia. Ven, pues, Señor, porque es verdad que me extravío, «no he olvidado tu palabra» (Sl 118,16), y sé que seré curado. Ven, Señor, tú eres todavía el único capaz de llamar a tu oveja perdida, y a las otras que vas a dejar, no les causarás ningún dolor; también ellas estarán contentas de ver como regresa el pecador. Ven, y habrá salvación en la tierra y gozo en el cielo (Lc 15,7). 
No mandes a tus pequeños servidores, no mandes mercenarios, ven tú mismo a buscar a tu oveja. Levántame en esta misma carne en que cayó Adán. Por tu gesto reconoce en mi, no al hijo de Eva sino al hijo de María, virgen pura, virgen por gracia, sin ninguna sospecha de pecado; después, llévame hasta tu cruz, ella es la salvación de los extraviados, el solo descanso de los cansados, la única vida de los que mueren. San Ambrosio, Comentario al salmo 118.