“El Señor nunca es tan ofendido como cuando le ofenden quienes están revestidos de la dignidad sacerdotal”. San Juan Crisóstomo, In Math., hom. 41.
domingo, 30 de septiembre de 2012
viernes, 28 de septiembre de 2012
En la oración, expresar deseos
“Por el hecho de extraer sus elementos de la liturgia, nuestra oración tiene otro carácter: el de ser, si no exclusivamente, eminentemente afectiva. El monje, en la oración, más que ejercitarse en raciocinios, expresa deseos. No necesita razonamientos para convencerse, porque las verdades divinas las encuentra dispuestas por la Iglesia en toda su plenitud y esplendor; bástenos abrir los ojos, extender la mano y disponer el corazón para apropiárnoslas; y así el alma, fiel y dispuesta y que vive en la soledad, se ahorra el trabajo de razonar. Necesita, sí, prepararse bien, como dijimos, a cumplir la “obra de Dios”. Si se ha recogido, el Espíritu Santo la ilustra poco a poco, esclareciéndole las divinas palabras “del Verbo”, Verba, Verbi, que le serán fuentes de vida y principios de acción… Entonces se siente inclinada sobre todo a expresar sus deseos. En estos santos deseos, que proceden del corazón, y no en el flujo y en el estudiado acoplamiento de palabras, consiste la oración. Cuando uno sienta esta ansia interior de dialogar con nuestro Señor, cuando experimenta la necesidad de hablarle, no se detiene en concertar las frases; le expone simplemente su amor y los deseos de amarle más y más; le escucha y se para a contemplarlo, alabarle y adorarle, siquiera sea con una actitud humilde, reverente y confiada”. Don Columba Marmion, O.S.B., Jesucristo ideal del monje.
miércoles, 26 de septiembre de 2012
Mirar las virtudes del prójimo
"Procuremos siempre mirar las virtudes y cosas buenas que viéremos en los otros, y tapar sus defectos con nuestros grandes pecados. Es una manera de obrar que, aunque luego no se haga con perfección, se viene a ganar una gran virtud, que es tener a todos por mejores que nosotros, y comiénzase a ganar por aquí el favor de Dios". Santa Teresa de Jesús, Vida, 13, 6.
lunes, 24 de septiembre de 2012
Defectos ajenos
"Procurad adquirir las virtudes que creéis que faltan en vuestros hermanos, y ya no veréis sus defectos, porque no los tendréis vosotros". San Agustín, Comentarios sobre los salmos, 30, 2, 7.
sábado, 22 de septiembre de 2012
Cuerpo dotado de medios vitales
"Y así como el cuerpo humano se ve dotado de sus propios recursos con los que atiende a la vida, a la salud y al desarrollo de sí y de sus miembros, del mismo modo el Salvador del género humano, por su infinita bondad, proveyó maravillosamente a su Cuerpo místico, enriqueciéndole con los sacramentos, por los que los miembros, como gradualmente y sin interrupción, fueran sustentados desde la cuna hasta el último suspiro, y asimismo se atendiera abundantísimamente a las necesidades sociales de todo el Cuerpo". Pío XII, Encíclica Mystici Corporis, 9.
jueves, 20 de septiembre de 2012
Naciones sin Dios
"Sin religión es imposible que sean buenas las costumbres de un Estado". León XIII, Enc. Inmortale Dei, 1-XI-1885, 15.
martes, 18 de septiembre de 2012
Vacíos del Espíritu de Dios
"Entre aquellos mismos a quienes les resulta una carga recogerse en su corazón (Jer 12, 11) o no quieren hacerlo, no faltan los que reconocen la consiguiente pobreza de su alma, y se excusan con el pretexto de que se entregaron totalmente al servicio de las almas. Pero se engañan. Habiendo perdido la costumbre de tratar con Dios, cuando hablan de Él a los hombres o dan consejos de vida cristiana, están totalmente vacíos del Espíritu de Dios, de manera que la palabra del Evangelio parece como muerta en ellos". San Pío X, Enc. Haerent animo, 4-VIII-1908.
domingo, 16 de septiembre de 2012
No rendirse al espíritu de la época
“Los hombres se rendirán al espíritu de la época. Dirán que si hubieran vivido en nuestros días, la Fe sería simple y fácil. Pero en su día, dirán que las cosas son complejas; que la Iglesia debe actualizarse y hacerse significativa ante los problemas de la época. Cuando la Iglesia y el mundo sean uno, entonces aquellos días estarán a la mano. Porque nuestro Divino Maestro puso una barrera entre Sus cosas y las cosas del mundo”. San Antonio Abad, Disquisición CXIV.
viernes, 14 de septiembre de 2012
Yo adoro y me glorío de un Dios crucificado
"Si hoy alguien se te acerca y te pregunta: “Pero ¿adoras a un crucificado?”, lejos de agachar la cabeza y de sonrojarte de confusión, saca de este reproche ocasión de gloria, y que la mirada de tus ojos y el aspecto de tu rostro muestren que no tienes vergüenza. Si vuelven a preguntarte al oído: “¡Cómo!, ¿adoras a un crucificado?”, contesta: “¡Sí!, yo lo adoro” (...). Yo adoro y me glorío de un Dios crucificado que, con su Cruz, redujo al silencio a los demonios y eliminó toda superstición: ¡para mí su Cruz es el trofeo inefable de su benevolencia y de su amor!" San Juan Crisóstomo, Homilías sobre la Epístola a los Romanos, 2.
miércoles, 12 de septiembre de 2012
Aquel inflamado amor que palpita en su Corazón
"Después que nuestro Salvador subió al cielo con su cuerpo glorificado y se sentó a la diestra de Dios Padre, no ha cesado de amar a su esposa, la Iglesia, con aquel inflamado amor que palpita en su Corazón. Aun en la gloria del cielo, lleva en las heridas de sus manos, de sus pies y de su costado los esplendentes trofeos de su triple victoria: sobre el demonio, sobre el pecado y sobre la muerte; lleva, además, en su Corazón, como en arca preciosísima, aquellos inmensos tesoros de sus méritos, frutos de su triple victoria, que ahora distribuye con largueza al género humano ya redimido". Pío XII, Encíclica Haurietis aquas, del 15 de mayo de 1956, n°22.
lunes, 10 de septiembre de 2012
Sal de la tierra y la luz del mundo
"El Señor dijo a sus apóstoles: "Vosotros sois la luz del mundo". ¡Qué justas son las comparaciones que el Señor emplea para describir a nuestros padres en la fe! Los llama "sal", a ellos que nos enseñan la sabiduría de Dios, y "luz", a ellos que liberan nuestros corazones de la ceguera y las tinieblas de nuestra incredulidad.
Con razón los apóstoles reciben el nombre de luz: anuncian en la oscuridad del mundo la claridad del cielo y el esplendor de la eternidad. ¿Acaso Pedro no se convirtió en luz para el mundo entero y para todos los fieles, cuando le dijo al Señor: " Tu eres Cristo, el Hijo de Dios vivo "? (Mt 16,16) y ¿Qué mayor claridad habría podido recibir el género humano, que saber por Pedro, que el Hijo de Dios vivo era el creador de esta luz?
Y San Pablo no es una luz menor para que el mundo: mientras el mundo entero estaba cegado por las tinieblas del mal, ascendió al cielo (2 Corintios 12:2) y, a su regreso, reveló los misterios del esplendor eterno. Por eso no pudo ocultarse, la ciudad fundada sobre una montaña, ni se ocultarse debajo de la cama, porque Cristo, por la luz de su majestad, lo había encendido como una lámpara de elección, repleta del aceite del Espíritu Santo. Por lo tanto, amados míos, al renunciar a las ilusiones de este mundo, estamos comprometidos a buscar el sabor de la sabiduría de Dios, degustar la sal de los apóstoles". Sermón atribuido a San Máximo de Turín.
sábado, 8 de septiembre de 2012
Cristo mismo se ofrece en sacrificio
"Los amantes de este mundo demuestran su generosidad dando dinero, vestidos, regalos diversos; nadie da su sangre. Cristo, la da; demuestra así la ternura que nos tiene y el ardor de su amor. Bajo la antigua Ley... Dios aceptaba recibir la sangre de los sacrificios, pero era para impedir que su pueblo la ofreciera a los ídolos, y ya era prueba de un amor muy grande. Pero Cristo cambió este rito; la víctima no es la misma: es él mismo el que se ofrece en sacrificio.
"¿El pan que partimos, no es la comunión con el cuerpo del Cristo?" (1Co 10,16)... ¿Qué es este pan? El cuerpo de Cristo. ¿En qué se convierten los que comulgan? En el cuerpo de Cristo: no una multitud de cuerpos sino un cuerpo único. Lo mismo que el pan, compuesto de tantos granos de trigo, es un solo pan donde los granos desaparecen y lo mismo que los granos subsisten allí pero es imposible distinguirlos en la masa tan bien unida, así nosotros todos, unidos con Cristo, no somos más que uno... ¿Ahora, si todos nosotros participamos del mismo pan, y si todos estamos unidos entre nosotros con Cristo, por qué no mostramos el mismo amor? ¿Por qué no nos hacemos uno en esto también?
Así era al principio: "la multitud de los creyentes tenían un sólo corazón y una sola alma" (Hch. 4, 32)... Cristo vino a buscarte, tú que estabas lejos de él, para unirse a ti; ¿y tú, no quieres ser uno con tu hermano?... ¡Te separas violentamente de él, después de haber conseguido del Señor una gran prueba de amor - y la vida! En efecto, no sólo dio su cuerpo, sino que como nuestra carne, arrastrada por tierra, había perdido la vida y había muerto por el pecado, introdujo en ella, por así decirlo, otra sustancia, como un fermento: su propia carne, su carne de la misma naturaleza que la nuestra pero exenta de pecado y llena de vida. Y nos la dio a todos, con el fin de que, alimentados en este banquete con esta nueva carne... pudiéramos entrar en la vida inmortal". San Juan Crisóstomo, Homilía 24 sobre la 1ª carta a los Corintios, 2.
jueves, 6 de septiembre de 2012
¿Quién como tú, mi Señor Jesucristo?
"¿Quién se asemeja a ti, mi Señor Jesucristo, mi dulce amor, altísimo e inmenso, y que te fijas en los humildes? ¿Quién se asemeja a ti entre los poderosos, Señor, tú que escoges lo más débil del mundo? Quién como tú, que formaste el cielo y la tierra...,
¿Y quién quiere encontrar tus delicias con los niños de los hombres? ¿Cuál es tu grandeza, Oh Rey de reyes y Señor de los señores? ¿Tú que mandas a los astros y que acercas tu corazón al hombre? ¿Quién eres, tú que tienes a tu derecha las riquezas y la gloria?... ¿Oh amor, hasta dónde inclinas tu majestad? ¿Amor a dónde conduces la fuente de la sabiduría? Ciertamente hasta el abismo de la miseria...
"Ven, ven, ven ": vengo, vengo, vengo a ti, Jesús amadísimo, tu al que amé, al que busqué, al que deseé. A causa de tu dulzura, a causa de tu compasión y a causa de tu caridad, queriéndote con todo mi corazón, con toda mi alma, con toda mi fuerza, me rindo a tu llamada". Santa Gertrudis de Helfta, Ejercicios, n°3.
martes, 4 de septiembre de 2012
Ser fieles a nuestra vocación
"Hermanos, seamos fieles a nuestra vocación. A través de ella nos llama a la fuente de la vida aquel que es la vida misma, que es fuente de agua viva(Jn 4,10), y fuente de vida eterna, fuente de luz y fuente de resplandor, ya que de él procede todo esto: sabiduría y vida, luz eterna... Señor, tú mismo eres esa fuente que hemos de anhelar cada vez más, aunque no cesemos de beber de ella. Cristo Señor, danos siempre esa agua, para que haya también en nosotros un surtidor de agua viva que salta hasta la vida eterna (Jn 4,15.14)...
Es verdad que pido grandes cosas, ¿quién lo puede ignorar? Pero tú eres el rey de la gloria y sabes dar cosas excelentes, y tus promesas son magníficas. No hay ser que te aventaje. Y te diste a nosotros. Y te diste por nosotros.
Por eso, te pedimos que vayamos ahondando en el conocimiento de lo que tiene que constituir nuestro amor. No pedimos que nos des cosa distinta de ti. Porque tú eres todo lo nuestro: nuestra vida, nuestra luz, nuestra salvación, nuestro alimento, nuestra bebida, nuestro Dios.
Infunde en nuestro corazones, Jesús querido, el soplo de tu espíritu e inflama nuestras almas en tu amor, de modo que cada uno de nosotros pueda decir con verdad: " Muéstrame al amado de mi alma" (Ct 3,3), porque estoy herido de amor.
Que no falte en mí esas heridas,Señor. Dichosa el alma que está así herida de amor.
Ésa va en busca de la fuente. Ésa va a beber. Y, por más que bebe, siempre tiene sed. Siempre sorbe con ansia, porque siempre bebe con sed. Y, así, siempre va buscando con amor, porque halla la salud en las mismas heridas". San Columbano Abad, Instrucción 13, sobre Cristo, fuente de vida, 2-3.
domingo, 2 de septiembre de 2012
Amar de obra y de verdad
"Y guárdense todos los hermanos de calumniar y de contender de palabra (cf. 2Tim 2,14); más bien, empéñense en callar, siempre que Dios les dé la gracia. Ni litiguen entre sí ni con otros, sino procuren responder humildemente, diciendo: Soy un siervo inútil (cf. Lc 17,10). Y no sean coléricos, porque todo el que se deja llevar de la ira contra su hermano será condenado en juicio; el que dijere a su hermano: Raca, será condenado por la asamblea; el que le dijere: Fatuo, será condenado a la gehena de fuego (Mt 5,22).
Y ámense mutuamente, como dice el Señor: Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado (Jn 15,12). Y muestren con obras (cf. Sant 2,18) el amor que se tienen mutuamente, como dice el apóstol: No amemos de palabra y de boca, sino de obra y de verdad (1Jn 3,18).
Y a nadie insulten (cf. Tit 3,2); no murmuren ni difamen a otros, porque está escrito: Los murmuradores y difamadores son odiosos para Dios (cf. Rom 1,29). Y sean mesurados, mostrando una total mansedumbre para con todos los hombres (cf. Tit 10 - 11 3,2); no juzguen, no condenen. Y, como dice el Señor, no reparen en los pecados más pequeños de los otros (cf. Mt 7,3; Lc 6,41), sino, más bien, recapaciten en los propios en la amargura de su alma (Is 38,15). Y esfuércense en entrar por la puerta angosta (Lc 13,24), porque dice el Señor: Angosta es la puerta, y estrecha la senda que lleva a la vida y son pocos los que la encuentran (Mt 7,14)". San Francisco de Asís, Regla Primera, 11.
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