“Oh Jesús, cuando erais peregrino en la tierra dijisteis: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis el descanso de vuestras almas.” (Mt 11,29) Si, poderoso Monarca de los cielos, mi alma halla el descanso al ver cómo os abajáis, vistiendo forma y naturaleza de esclavo, hasta lavar los pies de vuestros apóstoles. Entonces me acuerdo de estas palabras que pronunciasteis para enseñarme a practicar la humildad: “Ejemplo os he dado, para que lo que yo he hecho lo hagáis también vosotros. No es mayor el discípulo que el Maestro...Si comprendéis estas cosas, seréis felices practicándolas.” Comprendo, Señor, estas palabras, salidas de vuestro corazón manso y humilde, y con la ayuda de vuestra gracia quiero practicarlas...
Nadie tenía, Amado mío, este derecho respecto a vos, y sin embargo, obedecisteis, no solo a la Santísima Virgen y a san José, sino también a vuestros verdugos. Ahora os veo colmar la medida de vuestros anonadamientos en la Hostia. ¡Con qué humildad, oh divino Rey de la gloria, os sometéis a vuestros sacerdotes, sin hacer distinción alguna entre los que os aman y los que son, por desgracia, fríos y tibios en vuestro servicio! ...Estáis siempre pronto a descender del cielo a su llamada...
Pero conocéis, Señor, mi debilidad; cada mañana tomo la resolución de practicar la humildad, y por la noche reconozco haber cometido muchas faltas de orgullo. Al ver esto, me tienta el desaliento, pero sé que el desaliento es también orgullo. Quiero, por tanto, Dios mío, fundar mi esperanza sólo en vos. Puesto que todo lo podéis, dignaos hacer nacer en mi alma la virtud que deseo. Para obtener esta gracia de vuestra infinita misericordia, os repetiré muchas veces: “Jesús manso y humilde de corazón, haced mi corazón semejante al vuestro”. Santa Teresita del Niño Jesús, O.C.D., Oración para obtener la humildad.