Él, niño de pecho, para que tú puedas ser un hombre perfecto; Él, envuelto en pañales, para que tú quedes libre del lazo de la muerte; Él, en el pesebre, para que tú puedas estar cerca del altar; Él en la tierra para que tú puedas vivir sobre las estrellas. Él, un esclavo,para que nosotros seamos hijos de Dios. ¡Qué increíble valor debe tener nuestra vida para que Dios venga a vivirla de tal manera! Pero ¡qué increíble amor para quererlo hacer! Hoy, cerca de la cueva de Belén, no es día de decir: "Dios mío, te quiero". Es el día de asombrarse diciendo:" ¡Dios mío, cómo me quieres Tú!" San Ambrosio de Milán.