No preguntéis quién es el enemigo; ni qué vestidos lleva. Éste se encuentra en todas partes y en medio de todos. Sabe ser violento y taimado. En estos últimos siglos ha intentado llevar a cabo la disgregación intelectual, moral, social, de la unidad del organismo misterioso de Cristo.
Ha querido la naturaleza sin la gracia; la razón sin la fe; la libertad sin la autoridad; a veces, la autoridad sin la libertad.
Es un enemigo que cada vez se ha hecho más concreto con una despreocupación que deja todavía atónitos: Cristo, sí; la Iglesia, no. Después: Dios sí, Cristo no.
Finalmente el grito impío: Dios ha muerto; más aún, Dios no ha existido jamás.
Y he aquí la tentativa de edificar la estructura del mundo sobre fundamentos que Nos no dudamos en señalar como a principales responsables de la amenaza que gravita sobre la humanidad: una economía sin Dios, un derecho sin Dios; una política sin Dios.
El enemigo se ha preparado y se prepara para que Cristo sea un extraño en la universidad, en la escuela, en la familia, en la administración de la justicia, en la actividad legislativa, en la inteligencia entre los pueblos, allí donde se determina la paz o la guerra.
Este enemigo está corrompiendo el mundo con una prensa y con espectáculos que matan el pudor en los jóvenes y en las doncellas, y destruye el amor entre los esposos. Pío XII, alocución del 12 de octubre de 1952.