“Ya en los tiempos apostólicos hubo hombres perversos que, por interés y ambición, turbaban y corrompían en el pueblo la pureza de la fe con abominables errores. Se opusieron a ellos los apóstoles con la predicación, con los escritos y con las infalibles sentencias del primer concilio que celebraron en Jerusalén. Desde entonces acá, no ha cesado el espíritu de las tinieblas en sus ponzoñosos ataques contra la Iglesia y las divinas verdades de que es depositaria indefectible; y suscitando constantemente nuevas herejías, ha ido atentando uno tras otro contra todos los dogmas de la religión cristiana.” Catecismo de san Pío X.