“En los días de fe, los hombres vivían en un universo tridimensional: arriba los cielos, debajo el infierno y la tierra entre ambos (…) Pero desde hace unos dos siglos, desde que los hombres comenzaron a perder la fe en Dios, también fueron siendo dejadas las otras grandes verdades eternas. La moralidad comenzó a declinar y los hombres ya no se vieron a sí mismos como habitantes del universo tri-dimensional. Redujeron la vida a una sola dimensión: la superficie plana de la tierra; creyeron sentir que, gracias a la ciencia, a la evolución y al inevitable progreso, sería posible para cada uno llegar a ser una especie de dios y disfrutar en la tierra de su cielo”. Mons. Fulton J. Sheen.