"La sinceridad en el momento de la confesión es la sinceridad ante Dios mismo; la actitud del que no es sincero es como la de quien, acudiendo a la consulta del médico para ser curado, perdiera el juicio y la conciencia de a que ha ido, y mostrase los miembros sanos y ocultase los enfermos [...]. Dios es quien debe vendar las heridas, no tu, porque si tu, por vergüenza, quieres ocultarlas con vendajes, no te curara el médico. Has de dejar que sea el médico quien te cure y vende las heridas, porque el las cubre con medicamentos. Mientras que con el vendaje del médico las llagas se curan, con el vendaje del enfermo se ocultan. ¿Y a quién las ocultas? A quien conoce todas las cosas". San Agustín de Hipona , Comentario sobre el Salmo 31.
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