"Hijo, lo más útil y seguro para ti es mantener oculta la gracia de la devoción y no sobreestimarte, ni hablar mucho de ella, ni ponderarla demasiado, sino más bien considerar lo que vales y temer porque se te ha dado sin merecerla. No está bien apegarse tenazmente a estos sentimientos porque muy pronto pueden cambiarse en contrarios. Piensa en la gracia, qué miserable e impotente estás sin la gracia. No consiste el aprovechamiento en la vida espiritual en tener la gracia de las consolaciones sino que con humildad y paciente abnegación soportes que ella se te quite de manera que entonces no descuides el esfuerzo de la oración ni dejes del todo las demás buenas obras que acostumbras realizar, sino que como mejor puedas y entiendas realices con buena voluntad lo que esté de tu parte sin descuidarlo totalmente por la aridez o ansiedad mental que sientes.
Hay muchos que se vuelven de pronto impacientes o desganados cuando las cosas no suceden como quieren. No está siempre en poder del hombre su camino (Jr 10,23) sino que es propio de Dios dar y consolar, cuando quiere, en la medida que quiere y a quien quiere, según su deseo, y eso es todo". Tomás de Kempis, Imitación de Cristo, Libro III, Cap. VII, 1-2.