Non nobis, Domine, non nobis, sed nomine tuo da gloriam. Psal 113, 9

martes, 1 de noviembre de 2011

La humildad y la caridad

"Pecando, el hombre había cubierto su ruta de obstáculos, pero ésta ha sido superada cuando Cristo la pisó con su resurrección e hizo, de un sendero estrecho, una avenida digna de un Rey. La humildad y la caridad son los dos pies que permiten desplazarse con rapidez. Todos somos atraídos por las alturas de la caridad, pero la humildad es el primer escalón que es preciso subir. ¿Por qué levantas el pie más alto que tú mismo? ¿Quieres caer y no subir? Comienza por el primer escalón, es decir por la humildad, y después ella te hará subir.
Por ello nuestro Señor y Salvador no se limitó a decir: "que renuncie a sí mismo», sino que añadió: "que coja su cruz y que me siga «. ¿Qué significa, que coja su cruz? Que soporte todo lo que le es penoso, y así es como llegará a mi casa. Desde que haya comenzado a seguirme, conformándose a mi vida y a mis mandamientos, encontrará en su camino bastante gente que le contradecirá, que tratarán de desviarlo, que no sólo se burlaran de él, sino que le perseguirán. Estas personas no se encuentran únicamente entre los paganos que están fuera de la Iglesia; sino incluso entre los que parecen estar en la Iglesia, si se juzgan externamente...
Por consiguiente, si tú deseas seguir a Cristo, lleva su Cruz sin más demora y sobrelleva a los malvados sin dejarte vencer... «Si alguno quiere caminar en pos de mí, que coja su cruz y que me siga». En consecuencia, si queremos poner esto en práctica, tratemos, con la ayuda de Dios, de hacer nuestra la palabra del apóstol san Pablo: "Si tenemos qué comer y qué vestir, démonos por satisfechos». Es de temer, que si deseamos más bienes terrestres de los que necesitamos, «queriéndonos enriquecer", no «caigamos en la trampa de la tentación, en una multitud de deseos absurdos y peligrosos, que conducen a las personas a la ruina y la perdición» (1Tm 6,8-9). Se digne, el Señor, tomarnos bajo su protección y nos libre de esta tentación". San Cesáreo de Arles, Sermón 159.