"El vaso del alfarero se escapa de la mano del que lo amasó...; se escapa de la mano del que lo sostiene y que lo lleva... Qué desgracia si se cayera de tu mano, porque se rompería en mil pedazos y quedaría reducido a nada. Lo sabe, y por tu gracia no cae. Ten compasión, Señor, ten compasión: nos diste forma, y somos arcilla (Jr 18,6; Gn 2,7). Hasta aquí... permanecemos firmes, hasta aquí tu mano poderosa nos lleva; con tres dedos nos sostienes, la fe, la esperanza y la caridad, con los cuales sostienes la masa de la tierra, la solidez de la Iglesia santa.
Ten compasión, sostennos; qué tu mano no nos abandone. Sumerge nuestras entrañas y nuestro corazón en el fuego de tu Espíritu Santo (Ps 25,2); consolida aquello que diste forma en nosotros, con el fin de que no nos disgreguemos y no seamos reducidos a nuestra arcilla, o a nada en absoluto. Por ti, para ti, hemos sido creados, y hacia ti somos llevados. Nos diste forma y formaste, lo reconocemos; adoramos e invocamos tu sabiduría de la que disponemos, tu bondad y tu misericordia que hemos de conservar. Perfecciónanos, tú que nos hiciste; perfecciónanos hasta la plenitud de tu imagen y semejanza, según la cual tú nos formaste". Guillermo de Saint-Thierry, Oraciones meditativas, 1.