“La vanidad y la cobardía son dos enemigos jurados del recogimiento… Estamos seguros que sin recogimiento no haremos jamás ningún progreso en la vida espiritual… El recogimiento es una doble atención que nosotros ponemos, primero en Dios y después en nosotros mismos”. Padre Fáber, Progreso en la vida espiritual, cap. III.