“La verdad es vida y salud eterna. Merece compasión quien sienta disgusto de ella. Está sin vida y sin remedio. Pero tú, perverso, no dirías la verdad, si no conocieras que era amarga e intolerable a quien la dices. Mides a los demás por lo que sientes en ti. Existe, también, otro abuso de la verdad: decirla para agradar a los hombres, al modo como se dicen las adulaciones y las mentiras. La verdad se ha de decir, no porque agrade o desagrade, sino porque aprovecha. Pero también a veces, conviene callarla, para no hacer daño. Lo mismo que se priva de luz a los ojos enfermos”. Guigo II, 5° Prior de la Cartuja, Pensamientos, cap. I, n° 18.