“Que la Virgen es perfecta abogada; perfecta, porque es purísima; perfecta, porque es sumamente acepta a Dios; perfecta, porque es purísima. Todo esto es necesario para ser perfecta abogada. Ea, pues, Abogada nuestra: Vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos. A ti recurrimos en nuestras necesidades. Cumple conmigo tu oficio y ejercita en mí tu obra de abogada”. Santo Tomás de Villanueva. Sermón I de la Asunción.