“Porque Dios, aun ofendido, sigue siendo Padre nuestro; aun irritado,
nos sigue amando como a hijos. Solo una cosa busca: no tener que castigarnos
por nuestras ofensas, ver que nos convertimos y le pedimos perdón”. San Juan
Crisóstomo, Homilías sobre San Mateo, 22, 5.