"La verdadera
humildad de corazón es más sentida y vivida interiormente que al exterior.
Cierto, es preciso mostrarse siempre humilde en presencia de Dios, pero con
esta falsa humildad que no conduce más que al desaliento, agotamiento y a la
desesperación. Debemos tener una mala reputación de nosotros mismos, no hacer
pasar nuestro propio interés antes que el los demás y juzgarnos como inferiores
a nuestro prójimo. Si es cierto
que nos hace falta mucha paciencia para soportar las miserias de los demás, nos
precisa aún mucha más para aprender a soportarnos a nosotros mismos. Ante tus
cotidianas infidelidades, haz continuamente actos de humildad. Cuando el Señor
te verá así arrepentido, extenderá su mano hacia ti y te atraerá hacia él. Nadie merece
nada en este mundo; es sólo el Señor quien nos lo concede todo, por pura
benevolencia y porque, en su infinita bondad, nos todo". Padre Pío de Pietrelcina, O.F.M.Cap.