Non nobis, Domine, non nobis, sed nomine tuo da gloriam. Psal 113, 9

viernes, 31 de diciembre de 2010

Juramento papal

Este juramento se atribuye al Papa San Agatón en el año 678 D.C, pero se presume que tiene mucho más siglos de antigüedad.
"Yo prometo:
No cambiar nada de la Tradición recibida, y en nada de ella —tal como la he hallado guardada antes que yo por mis predecesores gratos a Dios— inmiscuirme, ni alterarla, ni permitirle innovación alguna.
Juro, al contrario, con afecto ardiente, como su estudiante y sucesor fiel de verdad, salvaguardar reverentemente el bien transmitido, con toda mi fuerza y máximo esfuerzo. Juro expurgar todo lo que está en contradicción con el orden canónico, si apareciere tal, guardar los Sagrados Cánones y Decretos de nuestros Papas como si fueran la ordenanza divina del Cielo, porque estoy consciente de Ti, cuyo lugar tomo por la Gracia de Dios, cuyo Vicariazgo poseo con Tu sostén, sujeto a severísima rendición de cuentas ante Tu Divino Tribunal acerca de todo lo que confesare. Juro a Dios Todopoderoso y Jesucristo Salvador que mantendré todo lo que ha sido revelado por Cristo y Sus Sucesores y todo lo que los primeros concilios y mis predecesores han definido y declarado. Mantendré, sin sacrificio de la misma, la disciplina y el rito de la Iglesia.
Pondré fuera de la Iglesia a quienquiera que osare ir contra este juramento, ya sea algún otro, o yo. Si yo emprendiere actuar en cosa alguna de sentido contrario, o permitiere que así se ejecutare, Tú no serás misericordioso conmigo en el terrible Día de la Justicia Divina. En consecuencia, sin exclusión, sometemos a severísima excomunión a quienquiera —ya sea Nos, u otro— que osare emprender novedad alguna en contradicción con la constituida Tradición evangélica y la pureza de la Fe Ortodoxa y Religión Cristiana, o procurare cambiar cosa alguna con esfuerzos opuestos, o conviniere con aquellos que emprendieren tal blasfema aventura".

jueves, 30 de diciembre de 2010

Encomiéndate a Dios

“Encomiéndate a Dios de todo corazón, que muchas veces suele llover sus misericordias en el tiempo que están más secas las esperanzas”. Miguel de Cervantes Saavedra.

miércoles, 29 de diciembre de 2010

Los Apóstoles de los Últimos Tiempos

“Hago una apremiante llamada a la Tierra, llamo a los verdaderos discípulos del Dios que vive y reina en los Cielos, llamo a los verdaderos imitadores de Jesucristo hecho hombre, el único y verdadero salvador de los hombres. Llamo a mis hijos, a mis verdaderos devotos, a los que se me han consagrado a fin de que los conduzca a mi Divino Hijo, los que llevo, por decirlo así, en mis brazos, los que viven de mi espíritu. Finalmente... llamo a los Apóstoles de los Últimos Tiempos, los fieles discípulos de Jesucristo que han vivido en el menosprecio del mundo y de sí mismos, en la pobreza y en la humildad, en la oración y en la mortificación, en la castidad y en la unión con Dios, en el sufrimiento, y desconocidos del mundo. Ya es hora que salgan y vengan a iluminar la Tierra: Id y mostraos como mis hijos queridos. Que vuestro celo os haga por así decir hambrientos de la gloria y honra de Jesucristo. Luchad hijos de la Luz, pequeño número... pues ya está aquí el tiempo de los tiempos, el fin de los fines”. Nuestra Señora de La Salette.

viernes, 24 de diciembre de 2010

No juzgar a los demás

Aunque vieras algo malo, no juzguéis al instante a vuestro prójimo, sino más bien excusadle en vuestro interior. Excusad la intención, si no es posible excusar la acción. Pensad que lo habrá hecho por ignorancia, o por sorpresa, o por desgracia. Si la cosa es tan clara que no podéis disimularla, aún entonces creedlo así, y decid para vuestros adentros, la tentación habrá sido muy fuerte… San bernardo de Claraval, Sermón sobre el Cantar de los Cantares, 40.

jueves, 23 de diciembre de 2010

la misma fe

"No aceptamos ninguna fe nueva de las que otros nos prescriben ni tenemos la osadía de transmitir como doctrina los productos de nuestras propias reflexiones o de transformar las palabras humanas. Al igual que los Santos Padres nos instruyeron a nosotros, nosotros instruimos a aquellos que nos interrogan". San Basilio Magno, Ep. 140, 2 Ad Eccl. Ant.

martes, 21 de diciembre de 2010

El pájaro solitario

Las condiciones del pájaro solitario son cinco. La primera, que se va a lo más alto; la segunda, que no sufre compañía aunque sea de su naturaleza; la tercera, que pone el pico al aire; la cuarta, que no tiene determinado color; la quinta, que canta suavemente. San Juan de la Cruz, Dichos de luz y amor.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Reposa en Dios un momento

Deja un momento tus ocupaciones habituales, hombre insignificante, entra un instante en ti mismo, apartándote del tumulto de tus pensamientos. Arroja lejos de ti las preocupaciones agobiantes y aparta de ti las iniquidades que te oprimen. Reposa en Dios un momento, descansa siquiera un momento en Él.
Entra en lo más profundo de tu alma, aparta de ti todo, excepto Dios y lo que pueda ayudarte a alcanzarlo, cierra la puerta de tu habitación y búscalo en el silencio. Di con todas tus fuerzas, di al Señor: “Busco tu rostro; tu rostro busco, Señor”.
Y ahora, Señor y Dios mío, enséñame dónde y cómo tengo que buscarte, dónde y cómo te encontraré.
Si no estás en mí, Señor, si estás ausente ¿dónde te buscaré? Si estás en todas partes ¿por qué no te veo aquí presente? Es cierto que tu habitas en una luz inaccesible, ¿pero dónde está esa luz inaccesible? ¿Cómo me aproximaré a ella? ¿Quién me guiará y me introducirá en esa luz para que en ella te contemple? ¿Bajo qué signos, bajo qué aspecto te buscaré? Nunca te he visto, Señor y Dios mío, no conozco tu rostro. Dios altísimo, ¿qué hará este desterrado, lejos de ti? ¿qué hará este servidor tuyo, sediento de tu amor, que se encuentra alejado de ti? Desea verte y tu rostro está muy lejos de él. Anhela acercarse a ti y tu morada es inaccesible. Arde en deseos de encontrarte e ignora donde vives. No suspira más que por ti y jamás ha visto tu rostro.
Señor, tu eres mi Dios, tu eres mi Señor y nunca te he visto. Tu me creaste y me redimiste, tú me has dado todos los bienes que poseo y aún no te conozco. He sido creado para verte, y todavía no he podido alcanzar el fin para el cual fui creado.
Y tú, Señor, ¿hasta cuando dejarás de apartar tu rostro? ¿Cuándo volverás tu mirada hacia nosotros? ¿Cuándo nos escucharás? ¿Cuándo iluminarás nuestros ojos y nos mostrarás tu rostro? ¿Cuándo accederás a nuestros deseos?
Míranos, señor, escúchanos, ilumínanos, muéstrate a nosotros. Colma nuestros deseos y seremos felices; sin ti todo es hastío y tristeza. Ten piedad de nuestros trabajos y de los esfuerzos que hacemos por llegar hasta ti, ya que sin ti nada podemos.
Enséñame a buscarte, muéstrame tu rostro, porque si tú no me lo enseñas no puedo buscarte. No puedo encontrarte si tu no te haces presente. Te buscaré deseándote, te desearé buscándote; amándote te amaré. San Anselmo de Aosta, O.S.B. Proslógion, cap. 1.

domingo, 19 de diciembre de 2010

La pureza del corazón

San Francisco caminaba detrás de fraile León a través del bosque. Estaban acostumbrados los dos a estas caminatas silenciosas a través de la gran Naturaleza. Pasaron pronto las cuestas de un barranco, en cuyo fondo bramaba un torrente. El lugar era retirado y de una belleza salvaje y pura. El agua saltaba sobre las rocas, blanquísima y exultante, con breves relámpagos azules. Había en el ambiente un gran frescor que penetraba el suelo de los bosques vecinos. Unos enebros habían brotado entre las rocas por un lado y por otro y dominaban el borboteo del agua.
-¡Hermana agua- gritó san Francisco, acercándose al torrente. Tu pureza canta la inocencia de Dios.
Saltando de una roca a otra, fraile León atravesó corriendo el torrente y san Francisco lo siguió. Tardó más tiempo. Fray León, que lo esperaba de pié en la otra orilla, miraba como corría el agua limpia con rapidez sobre la arena dorada entre las masas grises de rocas. Cuando san Francisco se le juntó, siguió en su actitud contemplativa. Parecía no poder desatarse de ese espectáculo. San Francisco lo miró y vio tristeza en su rostro.
-Tienes aire soñador- le dijo simplemente san Francisco.
-¡Ay, si pudiéramos tener un poco de esta pureza- respondió fray León- también nosotros conoceríamos la alegría loca y desbordante de nuestra hermana agua y su impulso irresistible!
Había en sus palabras una profunda nostalgia, y fray León miraba melancólicamente el torrente, que no cesaba de huir en su pureza inaprensible.
-Ven- le dijo san Francisco, tomándolo del brazo.
Empezaron los dos otra vez a andar. Después de un momento de silencio, san Francisco preguntó a fray León:
¿Sabes tú, hermano, lo que es la pureza del corazón?
-Es no tener ninguna falta que reprocharse- contestó fray León sin dudarlo.
-Entonces comprendo tu tristeza- dijo san Francisco-, porque siempre hay algo que reprocharse.
-Sí- dijo fray León- y eso el precisamente lo que me hace desesperar de llegar algún día a la pureza del corazón.
-Ah, hermano León; créeme- contestó san Francisco-, no te preocupes tanto de la pureza de tu alma. Vuelve tu mirada hacia Dios. Admírale. Alégrate de lo que Él es, Él, todo santidad. Dale gracias por Él mismo. Es eso mismo, hermanito, tener puro el corazón. Y cuando te hayas vuelto así hacia Dios, no vuelvas más sobre ti mismo. No te preguntes en dónde estás con respecto a Dios. La tristeza de no ser perfecto y de encontrarse pecador es un sentimiento humano, demasiado humano. Es preciso elevar tu mirada más alto, mucho más alto. Dios, la inmensidad de Dios y su inalterable esplendor. El corazón puro es el que no cesa de adorar al Señor vivo y verdadero. Toma un interés profundo en la vida misma de Dios y es capaz en medio de todas sus miserias, de vibrar con la eterna inocencia y la eterna alegría de Dios. Un corazón así está a la vez despojado y colmado. Le basta que Dios sea Dios. En eso mismo encuentra toda su paz, toda su alegría y Dios mismo es entonces su santidad.
-Sin embargo, Dios reclama nuestro esfuerzo y nuestra fidelidad- observó fray León.
-Es verdad- respondió san Francisco, pero la santidad no es un cumplimiento de si mismo, ni una plenitud que se da. Es, en primer lugar, un vacío que se descubre, y que se acepta, y que Dios viene a llenar en la medida en que unos e abre a su plenitud. Mira, nuestra nada, si se acepta, se hace el espacio libre en que Dios puede crear todavía. El Señor no se deja arrebatar su gloria por nadie. El es el Señor, el Unigénito, el sólo Santo. Pero toma al pobre de la mano, lo saca de su barro y lo hace sentar sobre los príncipes de su pueblo para que vea su gloria. Dios se hace entonces el azul de su alma. Contemplar la gloria de Dios, hermano León, descubrir que Dios es Dios, eternamente Dios, más allá de lo que somos o podemos llegar a ser,   gozarse eternamente de lo que Él es. Extasiarse delante de su eterna juventud y darle gracias por sí mismo, a causa de su  misericordia indefectible, es la exigencia más profunda del amor que el Espíritu del Señor no cesa de derramar en nuestros corazones, y es eso tener un corazón puro, pero esta pureza no se obtiene a fuerza de puños y poniéndose en tensión.
-¿Y cómo hay que hacer?- preguntó fray León.
-Es preciso simplemente no guardar nada de sí mismo. Barrerlo todo, aún esa percepción aguda de nuestra miseria; dejar espacio libre; aceptar el ser pobre; renunciar a todo lo que pesa, aún el peso de nuestras faltas; no ver más que la gloria del Señor y dejarse irradiar por ella. Dios es, eso basta. El corazón se hace entonces liviano, no se siente ya el mismo, como la alondra embriagada de espacio y de azul. Ha abandonado todo su cuidado, toda inquietud. Su deseo de perfección se ha cambiado en un simple y puro querer a Dios.
Fray León escuchaba gravemente, mientras andaba delante de su padre. Pero a medida que avanzaba, sentía que su corazón se hacía liviano y que le invadía una gran paz. Eloi Leclerc, O.F.M., Sabiduría de un pobre, cap. X.

sábado, 18 de diciembre de 2010

Juicios temerarios

En efecto, (la tierra entera está llena de juicios temerarios) aquel de quien esperábamos, en el momento menos pensado, súbitamente se convierte y llega a ser el mejor de todos. Aquel, en cambio, en quien tanto habíamos confiado, en el momento menos pensado, cae súbitamente y se convierte en el peor de todos. Ni nuestro temor es constante ni nuestro amor indefectible. San Agustín de Hipona, Sermón sobre los pastores, 46, 27.

viernes, 17 de diciembre de 2010

Saber esperar a Dios

Debes ir despacio, o mejor todavía, debes ir al paso de Dios, que nunca tiene prisa. Nada es tan importante como saber esperar a Dios. Dom Augustine Guillerand, Monje cartujo.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Cómo nos habla Dios y cómo debemos escucharle

"Dios nos sigue hablando hoy como hablaba en otros tiempos a nuestros padres, cuando no había ni directores espirituales ni métodos. El cumplimiento de las órdenes de Dios constituía toda su espiritualidad. Ésta no se reducía a un arte que necesitase explicarse de un modo sublime y detallado, y en el que hubiese tantos preceptos, instrucciones y máximas, como parece exigen hoy nuestras actuales necesidades. No sucedía a así en los primeros tiempos, en que había más rectitud y sencillez. Entonces se sabía únicamente que cada instante trae consigo un deber, que es preciso cumplir con fidelidad, y esto era suficiente para los hombres espirituales de entonces. Fija su atención en el deber de cada instante, se asemejaban a la aguja que marca las horas, correspondiendo en cada minuto al espacio que debe recorrer. Sus espíritus, movidos sin cesar por el impulso divino, se volvían fácilmente hacia el nuevo objeto que Dios les presentaba en cada hora del día". Jean Pierre de Caussade, El Abandono en la Divina Providencia, cap 1.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Modo de proteger a la familia

“A todos los católicos exhortamos que den amplia difusión al principio, firmemente fundado sobre la verdad, de que el único modo de proteger la salud física y moral de la familia y de la sociedad es mediante la obediencia de todo corazón a las leyes naturales, o mejor dicho, del Creador, y, sobre todo, fomentando un sincero y sagrado respeto hacia ellas”. Alocución del Papa Pío XII a los directores de las Asociaciones por las Familias Numerosas de Roma e Italia, 20 de Enero de 1958.

martes, 14 de diciembre de 2010

Esperanza en el Santo Rosario

"En vano, de hecho, se busca llevar remedio a las suertes vacilantes de la vida civil, si la sociedad doméstica, principio y fundamente del consorcio humano, no es diligentemente reconducida a las normas del Evangelio. Para realizar un deber tan arduo, Nos afirmamos que la recitación del Santo Rosario en familia es el medio más eficaz [...]. No dudamos, pues, en afirmar de nuevo públicamente que es grande la esperanza colocada por Nos en el Rosario de Nuestra Señora, para sanar los males que afligen nuestros tiempos". Pío XII, Encíclica Ingruentium malorum.

lunes, 13 de diciembre de 2010

No desviarse de la verdad

"No sigas a la muchedumbre para obrar el mal, ni el juicio acomodes al parecer del mayor número, si con ello te desvías de la verdad". San Atanasio

domingo, 12 de diciembre de 2010

Mantenerse íntegro en la fe

"Todo cristiano que quiera desenmascarar las intrigas de los herejes que brotan a nuestro alrededor, evitar sus trampas y mantenerse íntegro e incólume en una fe incontaminada, debe, con la ayuda de Dios, pertrechar su fe de dos maneras: con la autoridad de la ley divina ante todo, y con la Tradición de la Iglesia Católica". San Vicente de Lerins, Conmonitorio, Apuntes para conocer la fe verdadera.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Conviértete a Dios de todo corazón


"Conviértete a Dios de todo corazón, despréndete de este mundo miserable y tu alma encontrará la paz; pues el reino de Dios es paz y alegría en el Espíritu Santo. Cristo vendrá a ti y te dará a probar su consuelo, si le preparas una digna morada en tu interior". Tomás de Kempis, La imitación de Cristo, Libro 2, 1.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Destruir las orgullosas murallas del pecado

“Marchemos a la guerra como Josué; asaltemos la ciudad más considerable de este mundo –la malicia- y destruyamos las orgullosas murallas del pecado. ¿Acaso no mirarás a tu alrededor para ver qué camino has de tomar y qué campo de batalla vas a escoger? Sin duda te van a parecer extrañas mis palabras; y sin embargo son verdaderas: limita tu búsqueda a ti solo. En ti está el combate que vas a emprender, en tu interior el edifico de malicia que has de socavar; tu enemigo sale del fondo de tu corazón. Y no soy yo quien lo digo sino el mismo Cristo; escúchale: «del corazón salen las intenciones malas, asesinatos, adulterios, fornicaciones, robos, falsos testimonios, injurias» (Mt 15,19). ¿Te das cuenta de la fuerza de este ejército enemigo que avanza contra ti desde el fondo de tu corazón? Ahí tienes a nuestros enemigos, a los que hemos de matar al primer combate, los que están en primera línea para ser derribados. Si somos capaces de derribar sus murallas y exterminarlos hasta que no quede ni uno sólo para poderlo narrar, ni tan sólo uno para volver a atacar (Jos 11,14), si no queda ni uno para revivir y volver a ocupar nuestros pensamientos, entonces Jesús nos dará el gran descanso”. Orígenes, (hacia 185-253), presbítero y teólogo, Homilías sobre el libro de Josué, nº 5, 2.

jueves, 9 de diciembre de 2010

El buen combate

“Y no me digas que no quieres combatir; porque en el instante mismo en que me lo dices, estás combatiendo; ni que ignoras a qué lado inclinarte, porque en el momento mismo en que eso dices, ya te inclinaste a un lado; ni me afirmes que quieres ser neutral, porque cuando piensas serlo, ya no lo eres; ni me asegures que permanecerás indiferente, porque me burlaré de ti, como quiera que al pronunciar esa palabra ya tomaste tu partido. No te canses en buscar asilo seguro contra los azotes de la guerra, porque te cansas vanamente; esa guerra se dilata tanto como el espacio, y se prolonga tanto como el tiempo. Sólo en la eternidad, patria de los justos, puedes encontrar descanso; porque solo allí no hay combate; no presumas, empero, que se abran para ti las puertas de la eternidad si no muestras antes las cicatrices que llevas; aquellas puertas no se abren sino para los que combatieron aquí los combates del Señor gloriosamente, y para los que van, como el Señor, crucificados”. Juan Donoso Cortés, “Ensayo sobre el Catolicismo, Liberalismo y Socialismo”, Buenos Aires, Depalma, 1965, p.344.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Inmaculada Concepción

“Desde las seis de la mañana, las puertas de San Pedro estuvieron abiertas y, a las ocho, la inmensa basílica ya estaba repleta de pueblo. En la capilla Sixtina, donde estaban reunidos 53 cardenales, 43 arzobispos y 99 obispos, llegados de todo el mundo, tuvo inicio una gran procesión litúrgica que se dirigió hacia el altar de la Confesión, en la basílica del Vaticano, donde Pío IX celebró la Misa solemne”.
“Al terminar el canto del Evangelio en griego y latín, el cardenal Macchi, decano del Sacro Colegio, asistido por el miembro de mayor edad del episcopado latino, por un arzobispo griego y uno armenio, vino a postrarse a los pies del Pontífice a implorarle, en latín y con voz sorprendentemente enérgica para sus 85 años, el decreto que habría de ocasionar alegría en el Cielo y el mayor entusiasmo en toda la Tierra. Después de entonar el Veni Creator, el Papa se sentó en el trono y, portando la tiara sobre la cabeza, leyó con tono grave y voz fuerte la solemne definición dogmática”.
“Desde el momento en que el cardenal decano hizo la súplica para la promulgación del dogma hasta el Te Deum, que fue cantado después de la Misa, a la señal dada por un tiro de cañón desde el Castillo de Sant’Angelo –durante una hora, de las once al mediodía– todas las campanas de las iglesias de Roma tocaron festivamente para celebrar aquel día que, como escribe Mons. Campana, “será hasta el fin de los siglos recordado como uno de los más gloriosos de la historia. [...] La importancia de este acto no puede pasar inadvertida por nadie. Fue la solemne afirmación de la vitalidad de la Iglesia, en el momento en que la impiedad desenfrenada se vanagloriaba de haberla casi destruido”.
“Todos los presentes afirman que, en el momento de la proclamación del dogma, el rostro de Pío IX, bañado en lágrimas, fue iluminado por un haz de luz que bajó de lo alto. Mons. Piolanti, que estudió los testimonios dejados por los fieles que presenciaron el hecho, afirma, a la luz de su amplia experiencia en la basílica del Vaticano, que en ningún periodo del año, mucho menos en diciembre, es posible que un rayo de sol entre por una de las ventanas para iluminar cualquier punto del ábside donde se encontraba Pío IX , y concuerda con la descripción hecha por la madre Julia Filippani, de las Hermanas del Sagrado Corazón de Jesús, presente en San Pedro con su familia en el momento de la definición, según la cual no era posible explicar naturalmente el extraordinario fulgor que iluminó el rostro de Pío IX y todo el ábside: “Aquella luz –declara ella– fue atribuida por todos a una causa sobrenatural”.
“La definición del dogma de la Inmaculada Concepción suscitó un extraordinario entusiasmo en el mundo católico y reveló la vitalidad de la fe católica, en un siglo agredido por el racionalismo y por el naturalismo. “Después de la definición del Concilio de Éfeso sobre la divina maternidad de María –escribe aún el teólogo Campana– la historia no puede registrar otro hecho que haya suscitado tan vivo entusiasmo por la Reina del Cielo como la definición de su total exención de culpa”. Relato de la declaración del dogma de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María, 8 de diciembre de 1854.

martes, 7 de diciembre de 2010

En Él lo hallarás todo

"¿Quieres alejarte del pecado? Ama a Dios, que Él te cuidará. ¿Quieres  vencer facilmente en las tentaciones? Ama a Dios, que Él te dará fuerza. ¿Quieres sufrir con paciencia y aun con alegría las penas? Ama a Dios, que Él te dará valor. ¿Quieres tener paz y alegría? Ama a Dios, que Él es la alegría de los ángeles; en Él hallarás todos los bienes y felicidades. ¡Oh qué bueno es amar a Dios!" San Antonio María Claret

lunes, 6 de diciembre de 2010

Luchar por la Verdad

“Retirarse ante el enemigo o callar cuando por todas partes se levanta un incesante clamoreo para oprimir la verdad, es actitud propia o de hombres cobardes o de hombres inseguros de la verdad que profesan. La cobardía y la duda son contrarias a la salvación del individuo y a la seguridad del Bien Común, y provechosas únicamente para los enemigos del cristianismo, porque la cobardía de los buenos fomenta la audacia de los malos. El cristiano ha nacido para la lucha”. León XIII.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Profundo estupor

"Lo que produce profundo estupor es que católicos, que sacerdotes a quienes horrorizan, según Nos queremos pensar, tales monstruosidades, se conduzcan, sin embargo, como si de lleno las aprobasen; pues tales son las alabanzas que prodigan a los mantenedores de esos errores, tales honores que públicamente les tributan, que hacen creer fácilmente que lo que pretenden honrar no son las personas, merecedoras acaso de alguna consideración, sino más bien los errores que profesan y que se empeñan con todas veras en esparcir entre el vulgo". San Pío X, Pascendi Dominici Gregis 13.

sábado, 4 de diciembre de 2010

¿Quieres saber cómo se realizan estas cosas?

"Si quieres saber cómo se realizan estas cosas, pregunta a la gracia, no al saber humano; pregunta al deseo, no al entendimiento; pregunta al gemido expresado en la oración, no al estudio y la lectura; pregunta al Esposo, no al Maestro; pregunta a Dios, no al hombre; pregunta a la oscuridad, no a la claridad; no a la luz, sino al fuego que abrasa totalmente y que transporta hacia Dios con unción suavísima y ardentísimos afectos. Este fuego es Dios". San Buenaventura, Itinerario de la mente hacia Dios, Cap. 7.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Hágase Tu voluntad


“Sí, Señor, hágase tu voluntad en la tierra, donde no existe ningún placer sin mezcla de dolor, ni rosa sin espinas, ni día sin noche, ni primavera sin invierno; en la tierra, Señor, donde los consuelos son pocos, y los trabajos innumerables; hágase tu voluntad, pero no solo en la ejecución de tus mandamientos, consejos e inspiraciones que debemos practicar, sino también en el sufrimiento de las aflicciones y penas que debemos recibir, a fin de que tu voluntad haga para nosotros, por nosotros, en nosotros y de nosotros, todo aquello que te plazca”. San Francisco de Sales, Tratado del amor de Dios, IX, 1.



jueves, 2 de diciembre de 2010

Sed de Dios

"Nuestra época está sedienta de Dios. Tiene hambre de Dios. Este hambre de Dios se percibe en las almas, en los ojos, en todos los auditorios. Lo sabéis tan bien como yo. ¿Qué es lo que nos piden? Que hablemos de Dios..." P. María Eugenio del Niño Jesús, Carmelita, Conferencia del 18 de mayo de 1958, publicada en Carmel, nº 51, p. 342.