“Sí, Señor, hágase tu voluntad en la tierra, donde no existe ningún placer sin mezcla de dolor, ni rosa sin espinas, ni día sin noche, ni primavera sin invierno; en la tierra, Señor, donde los consuelos son pocos, y los trabajos innumerables; hágase tu voluntad, pero no solo en la ejecución de tus mandamientos, consejos e inspiraciones que debemos practicar, sino también en el sufrimiento de las aflicciones y penas que debemos recibir, a fin de que tu voluntad haga para nosotros, por nosotros, en nosotros y de nosotros, todo aquello que te plazca”. San Francisco de Sales, Tratado del amor de Dios, IX, 1.
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