"Ven a oír con tus propios oídos a los demonios, ven a verlos con tus propios ojos en los momentos en que, cediendo a nuestros conjuros, a nuestros flagelos espirituales y a la tortura de nuestras oraciones, abandonan los cuerpos de los cuales habían tomado posesión". San Cipriano de Cartago, Contra Demetrio, cap. 15.
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