"Como Dios, rico en misericordia (Ef 2, 4), sabe de que hemos sido formados (Sal 102, 14), procuró también un remedio de vida a aquellos que se entregaron a la esclavitud del pecado y al poder del demonio. Por el sacramento de la penitencia, el beneficio de la muerte de Cristo es aplicado a los que han caído después del bautismo". Concilio de Trento, Sesión XIV, cap. 1.
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