"Señora, nosotros, tus inútiles siervos, que nos atrevemos a alabarte con temor y anhelo y dirigirte nuestras súplicas, concédenos la remisión de los pecados y el triunfo sobre los enemigos visibles e invisibles; concede curación a los enfermos; a los sanos sentimientos de gratitud y de amor a Dios; a quien está dividido, unión; a quien está en armonía con los otros, protección y estabilidad; concede deleitable consuelo a los desalentados y a los afligidos. A los que son reacios a seguir la luz de la razón, manda luz de la gracia divina. Sé la compañera de viaje de quien está en camino, navegante para quien está en el mar, sostén para quien va a caer, apoyo para quien se mantiene en pié, prosperidad para quien está bien, ayuda para quien está en condiciones desfavorables. Guía por el camino seguro nuestra vida y llévanos al esplendor del más allá, para que, al mismo tiempo que elevamos himnos de gracias a ti que eres nuestra protectora, demos gloria a tu Hijo y Dios, con el eterno Padre y el Espíritu Santo dador de vida, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén". Pedro de Argos, Obispo del siglo XII.
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