"No quisiera que ignoraseis, hermanos míos, de qué modo se baja, o por mejor decir, se cae en estos caminos. El primer escalón es el disimulo de la propia flaqueza, de la propia iniquidad y del propio fracaso, cuando perdonándose el hombre a sí mismo, autoconsolándose, se engaña. El segundo escalón es la ignorancia de sí[...]. ¿Qué más lógico que no ver sus llagas, especialmente si las ha tapado con el fin de no poderlas ver? De esto se sigue que, ulteriormente, aunque se las descubra Otro, defienda con tozudez que no son llagas, dejando que su corazón se abandone a palabras engañosas para buscar excusas a sus pecados". San Bernardo, Sermón sobre el Salmo 50.
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