"No me quitarás, Dios mío, lo que una vez me diste en tu amado Hijo Jesucristo, en quien me diste todo lo que quiero. Por eso me gozaré de que no te tardarás si yo me espero. Míos son los cielos y mía es la tierra; mías son las gentes, los justos son míos y míos los pecadores; los ángeles son míos, y la Madre de Dios es mía y todas las cosas son mías, y el mismo Dios es mío y para mí, porque Cristo es mío y todo para mí. Pues, ¿Qué pides y buscas, alma mía? Tuyo es todo esto y todo es para ti. No te pongas en menos ni te conformes con las migajas que caen de la mesa de tu Padre. Sal fuera y gloríate de tu gloria, escóndete en ella y goza, y alcanzarás las peticiones de tu corazón". San Juan de la Cruz, Dichos de Luz y Amor, 26.
sábado, 31 de diciembre de 2011
jueves, 29 de diciembre de 2011
Acto de confianza en Dios
"Dios mío, estoy tan persuadido de que veláis sobre todos los que en Vos esperan y de que nada puede faltar a quien de Vos aguarda toda las cosas, que he resuelto vivir en adelante sin cuidado alguno, descargando sobre Vos todas mis inquietudes. Mas yo dormiré en paz y descansaré; porque Tú ¡Oh Señor! Y sólo Tú, has asegurado mi esperanza.
Los hombres pueden despojarme de los bienes y de la reputación; las enfermedades pueden quitarme las fuerzas y los medios de serviros; yo mismo puedo perder vuestra gracia por el pecado; pero no perderé mi esperanza; la conservaré hasta el último instante de mi vida y serán inútiles todos los esfuerzos de los demonios del infierno para arrancármela. Dormiré y descansaré en paz.
Que otros esperen su felicidad de su riqueza o de sus talentos; que se apoyen sobre la inocencia de su vida, o sobre el rigor de su penitencia, o sobre el número de sus buenas obras, o sobre el fervor de sus oraciones. En cuanto a mí, Señor, toda mi confianza es mi confianza misma. Porque Tú, Señor, solo Tú, has asegurado mi esperanza.
A nadie engañó esta confianza. Ninguno de los que han esperado en el Señor ha quedado frustrado en su confianza.
Por tanto, estoy seguro de que seré eternamente feliz, porque firmemente espero serlo y porque de Vos ¡oh Dios mío! Es de Quien lo espero. En Ti esperé , Señor, y jamás seré confundido.
Bien conozco ¡ah! Demasiado lo conozco, que soy frágil e inconstante; sé cuanto pueden las tentaciones contra la virtud más firme; he visto caer los astros del cielo y las columnas del firmamento; pero nada de esto puede aterrarme. Mientras mantenga firme mi esperanza, me conservaré a cubierto de todas las calamidades; y estoy seguro de esperar siempre, porque espero igualmente esta invariable esperanza.
En fin, estoy seguro de que no puedo esperar con exceso de Vos y de que conseguiré todo lo que hubiere esperado de Vos. Así, espero que me sostendréis en las más rápidas y resbaladizas pendientes, que me fortaleceréis contra los más violentos asaltos y que haréis triunfar mi flaqueza sobre mis más formidables enemigos. Espero que me amaréis siempre y que yo os amaré sin interrupción ; y para llevar de una vez toda mi esperanza tan lejos como puedo llevarla, os espero a Vos mismo de Vos mismo ¡oh Creador mío! Para el tiempo y para la eternidad. Así sea". San Claudio de la Colombiere, Acto de Confianza en Dios.
martes, 27 de diciembre de 2011
Para que nadie se pierda en la oscuridad
"Mientras todo el mundo se sentía abrumado por las tinieblas del diablo y la oscuridad del pecado que gobernaba el mundo, un nuevo sol, nuestro Señor Jesucristo, tuvo a bien, llegado el tiempo, entrada la noche, extender los primeros rayos del amanecer. Antes de que aparezca esta luz, es decir, antes de que se manifieste "el sol de justicia" (Mateo 3,20), Dios ya había anunciado por los profetas, como una aurora: «envié a mis profetas antes que a la luz "(Jr 7,25 Vulgata). Más tarde, el mismo Cristo ha extendido sus rayos, es decir, sus apóstoles, para hacer resplandecer su luz y llenar el mundo de su verdad, para que nadie se pierde en la oscuridad...
Nosotros, los hombres, para realizar las tareas indispensables, antes de que el sol de este mundo se levante, nos anticipamos a la luz con una lámpara. Ahora el sol de Cristo, también tiene su lámpara, que precedió a su venida, como dice el profeta: "Enciendo una lámpara para mi Ungido" (Salmo 131,17). El Señor indica cuál es esta lámpara, diciendo de Juan el Bautista: "Este es la lámpara que arde y brilla". Y el mismo Juan, dijo, como si fuera la tenue luz de una linterna que va delante suyo: «Pero viene, el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego"(Lc 3,16). Al mismo tiempo, entendiendo que su luz tenía que ser eclipsada por los rayos del sol, predijo: "Él debe crecer y yo tengo que menguar" (Jn 3,30). De hecho, como la luz de una linterna se apaga con la llegada del sol, de igual modo, el bautismo de arrepentimiento proclamado por Juan, ha perdido su valor con la llegada de la gracia de Cristo". San Máximo de Turín, Sermón 62.
domingo, 25 de diciembre de 2011
Una alegría que no es de este mundo
"Queridos, con gran bondad, es evidente que las riquezas de la gracia de Dios han sido derramadas sobre nosotros. Llamados a la eternidad, no sólo contamos con los ejemplos del pasado, sino que hemos visto aparecer a la misma verdad, de forma visible y corporal. Por lo tanto, debemos celebrar el día del nacimiento del Señor con una ferviente alegría, que no es de este mundo...Gracias a la luz del Espíritu Santo, sabemos reconocer aquello que hemos recibido en él y hemos recibido en nosotros: pues del mismo modo que el Señor Jesús, se ha convertido en nuestra carne, nosotros, renaciendo, nos hemos convertido en su cuerpo ... Dios nos mostró el ejemplo de su bondad y su humildad...: asemejémonos al Señor en su humildad, si queremos parecernos en su gloria. Él mismo nos ayudará y nos conducirá a la realización de lo que prometió". San León Magno, 3º sermón para Navidad.
viernes, 23 de diciembre de 2011
La prudencia divina vencerá al espíritu orgulloso
"Señor, envíanos al Cordero; es el cordero el que nos hace falta y no el león (Ap 5,5-6). El cordero que no se irrita y cuya dulzura jamás se enturbia; el cordero que nos dará su lana blanca, como nieve para recalentar en nosotros lo que está frío, para cubrir lo que en nosotros está desnudo; el cordero que nos dará a comer su carne por temor a que perezcamos de debilidad en el camino (Jn 6,51; Mt15,32).
Envíalo lleno de sabiduría, porque en su prudencia divina vencerá el espíritu orgulloso; envíalo lleno de fuerza, porque dijo que el "Señor es fuerte y poderoso en el combate" (Sal. 23,8); envíalo lleno de dulzura, porque "descenderá como el rocío sobre el vellón" (Sal. 71,6 Vulg); envíalo como una víctima, porque debe ser vendido e inmolado para nuestro rescate (Mt 26,15; Jn 19,36; Ex 12,46); envíalo, no para exterminar a los pecadores, porque debe "venir a llamarlos y no los justos" (Mt 9,13); envíalo por fin " digno de recibir la fuerza y la divinidad, digno de desatar los siete sellos del libro sellado" (Ap 4,11; 5,9), es decir el misterio incomprensible de la Encarnación". Pedro de la Celle, Sermón de Adviento.
miércoles, 21 de diciembre de 2011
Hacia esas cumbres donde el aire es más puro
"Nuestra Señora del Monte Carmelo es la Patrona de la vida interior, la Virgen que nos aparta de la muchedumbre y nos lleva dulcemente hacia esas cumbres donde el aire es más puro, el cielo más claro, Dios está más próximo... y en las que transcurre la vida de intimidad con Dios.
Según San Gregorio el Magno, la vida contemplativa y la vida eterna no son dos cosas diferentes, sino una sola realidad; una es la aurora, la otra el mediodía. La vida contemplativa es el principio de la dicha eterna, su saboreo anticipado. Que la Reina del cielo nos conceda, pues, la gracia de comprender el estrecho vínculo que une esas dos vidas para vivir aquí abajo como si estuviéramos ya en el cielo.
Un alma interior es un alma que ha encontrado a Dios en el fondo de su corazón y que vive siempre con Él.
Dios está en el fondo del alma, pero está allí escondido. La vida interior es como una eclosión de Dios en el alma.
Mantengámonos en el centro de nuestra alma, en ese punto preciso desde el que podemos vigilar todos sus movimientos, para detenerlos o dirigirlos, según los casos. Vivamos o de Dios o para Dios, pero repitámonos que no se obra del todo para Dios sino cuando ya no se hace absolutamente nada para uno mismo. Se obra entonces porque Dios lo quiere, cuando Él quiere y como Él quiere, por estar siempre unidos en el fondo con Aquel de quien uno no es más que un dichoso instrumento". Robert de Langeac, La vida oculta en Dios.
lunes, 19 de diciembre de 2011
Enseñar con palabras y obras
"Juan Bautista enseña con palabras y obras. Verdadero maestro, que muestra con su ejemplo, lo que afirma con su lengua. La sabiduría hace al maestro, pero es la conducta lo que da la autoridad... Enseñar con obras es la única regla de aquellos que quieren instruir. Enseñar con palabras es la sabiduría; pero cuando se pasa a las obras, es virtud. El verdadero conocimiento está unido a la virtud: es esta, solo esta la que es divina y no humana...". San Pedro Crisólogo, Sermón 167.
sábado, 17 de diciembre de 2011
La oveja perdida
"Pero, miremos ahora a nuestro pastor, Cristo. Miremos su amor por los hombres y su ternura para conducirnos a pastos abundantes. Se alegra con las ovejas que están a su alrededor y busca a las que están descarriadas. Ni montañas ni bosques son obstáculo, él baja a los valles tenebrosos (Sal 22,4) para llegar al lugar donde está la oveja perdida...
Habiéndola encontrado enferma, no la desprecia, sino que la cuida; tomándola sobre sus hombros, cura con su propio cansancio a la oveja fatigada. Su cansancio lo llena de alegría, porque ha encontrado la oveja perdida, y esto le cura su pena: "¿Quién de vosotros, dice él, si tiene cien ovejas y pierde una, no abandona las otras noventa y nueve en el desierto para irse en busca de la que está perdida, hasta que la encuentre?"
La pérdida de una sola oveja, enturbia la alegría del rebaño reunido, pero la alegría de encontrarla cambia esta tristeza: "cuando la ha encontrado, reúne a sus amigos y vecinos y les dice: Alegraos conmigo, porque he encontrado mi oveja perdida" (Lc 15,6). Por eso Cristo, que es este pastor, dijo: "Yo soy el buen pastor" (Jn 10,11). "Yo busco la oveja perdida, hago volver a la que se ha extraviado, vendo a la que está herida, curo a la que está enferma" (Ez 34,16)". Basilio de Seleucia, Homilía sobre el Buen Pastor.
jueves, 15 de diciembre de 2011
Sin jugar a santo
- Ignacio a Javier:
"Te quiero siervo de Dios,
!pero sin jugar al santo!...
Lo has de ser con menos brío:
cuando mucho suena el río
es porque hay piedras en él.
Virtud que se paladea,
apenas si es ya virtud.
No hay virtud más eminente
que el hacer sencillamente
lo que tenemos que hacer.
El encanto de las rosas
es que, siendo tan hermosas,
no conocen lo que son.
José María Pemán, "El Divino Impaciente".
martes, 13 de diciembre de 2011
Lo grande de nuestra necesidad
"Al celebrar devotamente el adviento del Señor, no hacemos más que lo que debemos hacer; puesto que no viene sólo a nosotros, sino también por nosotros; aquel soberano Rey, que no tiene necesidad de nuestros bienes, verdaderamente la misma grandeza de su dignidad, manifiesta con mayor claridad, lo grande de nuestra necesidad. No sólo se conoce el peligro de la enfermedad, por el precio de la medicina, sino que también se conoce la multitud de achaques, por la abundancia de los remedios.
Por eso es necesario del advenimiento del Señor, por eso es necesaria a los hombres así oprimidos, la presencia de Cristo, y ojalá de tal modo venga, que por su copiosísima dignación, habitando en nosotros por la fe, ilumine nuestra ceguera; permaneciendo con nosotros, ayude nuestra debilidad, y estando por nosotros, proteja y defienda nuestra fragilidad. Porque, si él está en nosotros ¿quién nos engañará?, si está con nosotros ¿qué no podremos en el Señor, que nos conforta? Él es el consejero fiel que de ningún modo puede ser engañado, ni engañar, fuerte auxilio, que no se cansará... Es la sabiduría de Dios, la fuerza misma de Dios (1 Co 1,24)... A este tan gran Maestro, hermanos míos, recurramos en toda deliberación, esta poderosa ayuda invoquemos en toda decisión, a este protector tan fiel encomendemos nuestras almas en todos los combates, el cual vino al mundo, para que habitando en los hombres, con los hombres y por los hombres, se iluminasen nuestras tinieblas, y se suavizasen nuestros trabajos, y se apartasen nuestros peligros". San Bernardo de Clairvaux, 7º Sermón de Adviento.
domingo, 11 de diciembre de 2011
La paciencia de Dios
"Vendrá nuestro Dios manifiestamente, y no permanecerá en silencio" (Sal 49,3 Vulgata). En efecto, Cristo el Señor, nuestro Dios, el Hijo de Dios, vino a escondidas en su primera venida, y vendrá de forma manifiesta en la segunda. Cuando vino oculto, no fue conocido más que por sus servidores; Cuando se manifieste, se dará a conocer a buenos y malos. Cuando vino oculto, fue para ser juzgado, cuando se manifieste con claridad, será para ser él el juez. En otro tiempo fue juzgado, y se quedó en silencio, el profeta ya había predicho este silencio: "Como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, no abría la boca" (Isaías 53, 7), pero "nuestro Dios vendrá manifiestamente, y no permanecerá en silencio»...
Ahora lo que llamamos felicidad en este mundo, los malos también la tienen, y lo que llamamos desgracia en este mundo, también la poseen los buenos. Si los hombres no creen en estas realidades, y no creen en las realidades futuras, es porque observan que los bienes y los males de este mundo pertenecen por igual a buenos y malos. Si ambicionan las riquezas, ven que estas arrastran a los peores hombres, así como a los buenos.
Si tienen horror a la pobreza y la miseria de esta vida, ven que éstas hacen sufrir no sólo a los malos, sino también a los buenos, y dicen en su corazón: "Dios no ve nada" (Sal 93,7), no le interesan los asuntos de los hombres. Nos deja completamente al azar, rodando en el profundo abismo de este mundo, y no nos muestra su providencia. Y desprecian a los preceptos de Dios, porque no ven que se manifieste su justicia...
Dios se reserva un montón de cosas para el juicio final, pero algunas de estas cosas, se juzgan ahora, con el fin de que aquellos que no esperan el juicio, teman y se conviertan. Porque Dios no condena, sino que salva, y por lo tanto es paciente con los malos, para que lleguen a ser buenos". San Agustín de Hipona, Sermón 18.
viernes, 9 de diciembre de 2011
No conocemos otro como tú
"Te suplicamos, Señor, Dios de bondad, que el misterio de la salvación realizado por nosotros en tu Hijo unigénito, no se convierta en nuestra condenación; que "no nos aleje de tu presencia." No rechaces nuestra condición miserable, al contrario, ten compasión de nosotros por tu gran misericordia; "sólo tu infinita misericordia borra nuestros pecados." Por lo tanto, al presentarnos ante ti, en tu gloria, lejos de merecer la condena, obtendremos la protección de tu Hijo único, y no seremos condenados como malos servidores... Sí, Maestro y Señor todopoderoso, escucha nuestra súplica: "No conocemos otro como tú". Invocamos tu nombre, ya que tú eres "El que obra todo en todos", y cerca de tuyo, nos encontramos seguro.
"Señor, mira desde el cielo y desde tu santa gloria. ¿Dónde está tu amor celoso y poderoso? ¿Dónde están tu piedad y misericordia infinita? Tú eres nuestro Padre: Abraham no puede reconocernos... Tú, Señor, Padre nuestro, líbranos, porque desde el principio tu nombre ha sido invocado por nosotros "y el nombre de tu único Hijo, y de tu Espíritu Santo. "¿Por qué nos dejas errar lejos de tus caminos? ... ¿Por qué nos has abandonado a nuestras fuerzas, y nos has dejado extraviar?» Haz volver hacia tí a tus siervos, Señor, en el nombre de tu santa Iglesia, en nombre de todos los santos de otros tiempos...
"¡Oh, si rasgases el cielo! Las montañas temblarían ante tí, se derretirían como cera ante el fuego... Desde antiguo hemos escuchado y nuestros ojos no han contemplado a otro Dios más que a tí... Tú eres nuestro Padre ...todos somos obra de tus manos ...Todos somos tu pueblo". San Máximo el Confesor, Discurso ascético.
miércoles, 7 de diciembre de 2011
¡Ay sacerdotes!
"¡Ay del sacerdote que sube al altar si no lleva en el corazón el fuego de Dios! ¡Ay del sacerdote que dice misa con fuego de codicia o de vanidad, y no con fuego del amor de Dios! ¡Ay de él que le dirán el bien que hiciste, ¿de qué corazón salió? ¿Salió del corazón tuyo o de corazón mío? Todo lo que hallare no haber procedido de amor de Dios, no lo recibirá Dios… todo lo que hallare hecho sin haber estado presente el Espíritu del Señor, no lo recibirá. Aunque sea hacer milagros, aunque sea derramar la sangre, si no está presente el Espíritu Santo, todo es perdido… El que no tiene Espíritu de Cristo, este tal no es de Cristo". San Juan de Ávila, Sermón 28.
lunes, 5 de diciembre de 2011
¿Cómo romper las redes del enemigo?
"Vi todas las redes del enemigo desplegadas sobre la tierra y pregunté gimiendo: ¿Quién puede pasar a través de estas trampas? Entonces escuché una voz responderme: la humildad". San Antonio Abad.
domingo, 4 de diciembre de 2011
Obra del Espíritu Santo
"Oíste, Virgen, que concebirás y darás a luz a un hijo; oíste que no era por obra de varón, sino por obra del Espíritu Santo. Mira que el ángel aguarda tu respuesta, porque ya es tiempo que se vuelva al Señor que lo envió. También nosotros, los condenados infelizmente a muerte por la divina sentencia, esperamos, Señora, esta palabra de misericordia. Se pone entre tus manos el precio de nuestra salvación; en seguida seremos librado si consientes. Por la Palabra eterna de Dios fuimos todos creados, y a pesar de eso morimos; mas por tu breve respuesta seremos ahora restablecidos para ser llamados de nuevo a la vida... No tardes, Virgen María, da tu respuesta. Señora Nuestra, pronuncia esta palabra que la tierra, los abismos y los cielos esperan. Mira: el rey y señor del universo desea tu belleza, desea no con menos ardor tu respuesta. Ha querido suspender a tu respuesta la salvación del mundo. Has encontrado gracia ante de él con tu silencio; ahora él prefiere tu palabra. El mismo, desde las alturas te llama: «Levántate, amada mía, preciosa mía, ven...déjame oír tu voz» (Cant 2,13-14) Responde presto al ángel, o, por mejor decir, al Señor por medio del ángel; responde una palabra y recibe al que es la Palabra; pronuncia tu palabra y concibe la divina; emite una palabra fugaz y acoge en tu seno a la Palabra eterna... Abre, Virgen dichosa, el corazón a la e, los labios al consentimiento, las castas entrañas al Criador. Mira que el deseado de todas las gentes está llamando a tu puerta. Si te demoras en abrirle, pasará adelante, y después volverás con dolor a buscar al amado de tu alma. Levántate, corre, abre. Levántate por la fe, corre por la devoción, abre por el consentimiento. «Aquí está la esclava del Señor, -dice la Virgen- hágase en mí según tu palabra.» (Lc 1, 38)". San Bernardo, Homilía 4.
sábado, 3 de diciembre de 2011
No ha nacido ninguna semejante a Tí
"Santa Virgen María, no ha nacido en el mundo ninguna semejante a ti entre las mujeres, hija y esclava del altísimo y sumo Rey, el Padre celestial, Madre de nuestro santísimo Señor Jesucristo, esposa del Espíritu Santo: ruega por nosotros... ante tu santísimo amado Hijo, Señor y maestro". San Francisco de Asís, Antífona del Oficio de la Pasión.
jueves, 1 de diciembre de 2011
La vida inmortal para todos
"¿Qué es el advenimiento de Cristo? La liberación de la esclavitud y la desestimación del antiguo contrato, el comienzo de la libertad y el honor de la adopción, la fuente de la remisión de los pecados y la vida verdaderamente inmortal para todos. Como el Verbo, la Palabra de Dios, nos viene de lo alto, tiranizados por la muerte, disueltos, atados por los lazos de la caída, llevados por un camino sin retorno, vino para tomar la naturaleza de Adán, el primer hombre, según el designio del Padre. No les confió a ángeles ni a arcángeles la tarea de nuestra salvación, sino Él mismo tomó sobre sí el combate por nosotros, obedeciendo las órdenes del Padre... Recogiendo y recapitulando en Él toda la grandeza de su divinidad, vino a la medida que quiso... por el poder del Padre no perdió lo que tenía, pero tomando lo que no tenía, llegó a ser tal, que se convirtió en un ser limitado... Mira que es el Señor: "Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha" (Sal 109,1)... Ve que es el Hijo: "Él me llamará Padre, y yo lo haré mi Hijo" (Salmo 88,27-28) ... Observa que también es Dios: "Los poderosos vendrán y se postrarán ante ti; te rogarán, porque tú eres su Dios" (Isaías 45,14) (...) Mira que es el Rey eterno: "Cetro de justicia, es tu cetro real... Dios, tu Dios te ha ungido con óleo sagrado "(Salmo 44,7-8)... Ve que es el Señor de los ejércitos, "¿Quién es este Rey de gloria? El Señor de los ejércitos, Él es el Rey de gloria " (Sal 23,8)... También vemos que es el Sumo y Eterno Sacerdote, "Tú eres sacerdote para siempre" (Salmo 109,4). Pero si él es Señor y Dios, Hijo y Rey, Señor y sumo y eterno sacerdote, y porque ha querido, "también es hombre: ¿quién lo comprenderá?"(Jer. 17,9 LXX) (...) Como Dios y como hombre, Jesús vino a nuestra casa... Se revistió de nuestro cuerpo miserable y caduco... y se hizo cargo de nuestro cuerpo con sus enfermedades, y las curó con su poder, para que se cumpliera la palabra: "Yo soy el Señor... te cogeré de la mano derecha y te fortaleceré... Yo soy el Señor, este es mi nombre... Y el último enemigo, la muerte, será destruida... Muerte, ¿dónde está tu aguijón? "(Is 42,6; 1 Cor 15,26.55)". Homilía Griega del siglo IV, Sobre la Pascua, 44-48; (inspirada en una homilía perdida de San Hipólito).
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