Non nobis, Domine, non nobis, sed nomine tuo da gloriam. Psal 113, 9

domingo, 11 de diciembre de 2011

La paciencia de Dios

"Vendrá nuestro Dios manifiestamente, y no permanecerá en silencio" (Sal 49,3 Vulgata). En efecto, Cristo el Señor, nuestro Dios, el Hijo de Dios, vino a escondidas en su primera venida, y vendrá de forma manifiesta en la segunda. Cuando vino oculto, no fue conocido más que por sus servidores; Cuando se manifieste, se dará a conocer a buenos y malos. Cuando vino oculto, fue para ser juzgado, cuando se manifieste con claridad, será para ser él el juez. En otro tiempo fue juzgado, y se quedó en silencio, el profeta ya había predicho este silencio: "Como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, no abría la boca" (Isaías 53, 7), pero "nuestro Dios vendrá manifiestamente, y no permanecerá en silencio»... 
Ahora lo que llamamos felicidad en este mundo, los malos también la tienen, y lo que llamamos desgracia en este mundo, también la poseen los buenos. Si los hombres no creen en estas realidades, y no creen en las realidades futuras, es porque observan que los bienes y los males de este mundo pertenecen por igual a buenos y malos. Si ambicionan las riquezas, ven que estas arrastran a los peores hombres, así como a los buenos.
Si tienen horror a la pobreza y la miseria de esta vida, ven que éstas hacen sufrir no sólo a los malos, sino también a los buenos, y dicen en su corazón: "Dios no ve nada" (Sal 93,7), no le interesan los asuntos de los hombres. Nos deja completamente al azar, rodando en el profundo abismo de este mundo, y no nos muestra su providencia. Y desprecian a los preceptos de Dios, porque no ven que se manifieste su justicia...
Dios se reserva un montón de cosas para el juicio final, pero algunas de estas cosas, se juzgan ahora, con el fin de que aquellos que no esperan el juicio, teman y se conviertan. Porque Dios no condena, sino que salva, y por lo tanto es paciente con los malos, para que lleguen a ser buenos". San Agustín de Hipona, Sermón 18.