"¡Ay del sacerdote que sube al altar si no lleva en el corazón el fuego de Dios! ¡Ay del sacerdote que dice misa con fuego de codicia o de vanidad, y no con fuego del amor de Dios! ¡Ay de él que le dirán el bien que hiciste, ¿de qué corazón salió? ¿Salió del corazón tuyo o de corazón mío? Todo lo que hallare no haber procedido de amor de Dios, no lo recibirá Dios… todo lo que hallare hecho sin haber estado presente el Espíritu del Señor, no lo recibirá. Aunque sea hacer milagros, aunque sea derramar la sangre, si no está presente el Espíritu Santo, todo es perdido… El que no tiene Espíritu de Cristo, este tal no es de Cristo". San Juan de Ávila, Sermón 28.