"Señor, envíanos al Cordero; es el cordero el que nos hace falta y no el león (Ap 5,5-6). El cordero que no se irrita y cuya dulzura jamás se enturbia; el cordero que nos dará su lana blanca, como nieve para recalentar en nosotros lo que está frío, para cubrir lo que en nosotros está desnudo; el cordero que nos dará a comer su carne por temor a que perezcamos de debilidad en el camino (Jn 6,51; Mt15,32).
Envíalo lleno de sabiduría, porque en su prudencia divina vencerá el espíritu orgulloso; envíalo lleno de fuerza, porque dijo que el "Señor es fuerte y poderoso en el combate" (Sal. 23,8); envíalo lleno de dulzura, porque "descenderá como el rocío sobre el vellón" (Sal. 71,6 Vulg); envíalo como una víctima, porque debe ser vendido e inmolado para nuestro rescate (Mt 26,15; Jn 19,36; Ex 12,46); envíalo, no para exterminar a los pecadores, porque debe "venir a llamarlos y no los justos" (Mt 9,13); envíalo por fin " digno de recibir la fuerza y la divinidad, digno de desatar los siete sellos del libro sellado" (Ap 4,11; 5,9), es decir el misterio incomprensible de la Encarnación". Pedro de la Celle, Sermón de Adviento.