“No pocos pueblos han perdido hoy la paz, porque sus profetas o sus gobernantes se han alejado de Dios y de su Cristo. Los unos, pregoneros de una cultura y de una política arreligiosa, cerrándose en el orgullo de la razón humana, “cum fores essent clausæ!”, han cerrado la puerta a la idea misma de lo divino y de lo sobrenatural, arrojando de la creación al Creador, removiendo de las escuelas y de las salas de los tribunales las imágenes del Divino Maestro crucificado, eliminando de las instituciones nacionales, sociales y familiares, toda mención del Evangelio, aunque no puedan borrar sus profundas huellas. Los otros han huido lejos de Cristo y de su paz, renegando los siglos de civilización luminosa, benéfica y fraterna, para sumergirse en las tinieblas del paganismo antiguo o de idolatrías modernas. Ojalá puedan reconocer su error y comprender que Cristo, el Salvador, a pesar de las defecciones, de las apostasías, y de los ultrajes, sigue siempre a su lado, con las manos extendidas y el corazón abierto, pronto a decirles: “Pax vobis”, si ellos, en un rasgo sincero y confiado, caen a sus pies con aquel grito de fe y de amor: “Dominus meus et Deus meus!”; ¡Señor mío y Dios mío!”. Pío XII, Discursos a los recién casados, 27 de Marzo de 1940.