Aplaca, doncella purísima,
la salvaje tempestad de mi alma;
porque sobre la tierra,
tú eres el único puerto de cuantos navegan
en el mar de la vida.
Oh pura, tú que has engendrado a la Luz,
ilumina los ojos de mi corazón.
Nos has sido dada
como protección, baluarte y gloria en la tierra.
Nos has sido dada como torre,
y segura salvación, oh doncella.
Por eso no tememos a los enemigos
los que te aclamamos piadosamente.
Juan Estudita, Metropolita de Tesalónica, *762+832.
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