"Si queremos agradar a Dios, seamos almas de fe, de fe sencilla que nos penetre por entero. Juzguemos los acontecimientos a la luz de la fe, lo mismo que las pruebas y que las alegrías. Toda flojedad en la vida espiritual viene de la falta de espíritu de fe. Cuando se siente desaliento, cuando se encuentra uno menos recogido, menos mortificado, menos generoso al servicio de Dios, es que el espíritu de fe se ha debilitado. Recobrémoslo desde la base. Perfeccionemos nuestro espíritu de fe. En lugar de dejarnos conducir por la pura razón y algunas veces por la sensibilidad, rectifiquemos por la fe las impresiones de nuestra sensibilidad. Cuando esa luz que hiere con sus rayos las últimas fibras de nuestro corazón nos haya hecho alcanzar la transformación completa, habrá llegado el triunfo de la fe. La fe inspirada por la caridad nos modela a imagen y semejanza de Jesús, hasta el punto de que Dios cree ver en nosotros a su Hijo". Robert de Langeac, La vida oculta en Dios.
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