“Ningún poder compete a la Iglesia sobre la substancia de los sacramentos, es decir, sobre aquellas cosas que, conformes a las fuentes de la revelación, Cristo Señor estatuyó debían ser observadas en el signo sacramental”. Pío XII, Constitución Apostólica Sacramentum Ordinis, del 30 de Noviembre de 1947, D 2301.