Non nobis, Domine, non nobis, sed nomine tuo da gloriam. Psal 113, 9

sábado, 31 de diciembre de 2011

En quien me diste todo lo que quiero

"No me quitarás, Dios mío, lo que una vez me diste en tu amado Hijo Jesucristo, en quien me diste todo lo que quiero. Por eso me gozaré de que no te tardarás si yo me espero. Míos son los cielos y mía es la tierra; mías son las gentes, los justos son míos y míos los pecadores; los ángeles son míos, y la Madre de Dios es mía y todas las cosas son mías, y el mismo Dios es mío y para mí, porque Cristo es mío y todo para mí. Pues, ¿Qué pides y buscas, alma mía? Tuyo es todo esto y todo es para ti. No te pongas en menos ni te conformes con las migajas que caen de la mesa de tu Padre. Sal fuera y gloríate de tu gloria, escóndete en ella y goza, y alcanzarás las peticiones de tu corazón". San Juan de la Cruz, Dichos de Luz y Amor, 26.

jueves, 29 de diciembre de 2011

Acto de confianza en Dios

"Dios mío, estoy tan persuadido de que veláis sobre todos los que en Vos esperan y de que nada puede faltar a quien de Vos aguarda toda las cosas, que he resuelto vivir en adelante sin cuidado alguno, descargando sobre Vos todas mis inquietudes. Mas yo dormiré en paz y descansaré; porque Tú ¡Oh Señor! Y sólo Tú, has asegurado mi esperanza. 
Los hombres pueden despojarme de los bienes y de la reputación; las enfermedades pueden quitarme las fuerzas y los medios de serviros; yo mismo puedo perder vuestra gracia por el pecado; pero no perderé mi esperanza; la conservaré hasta el último instante de mi vida y serán inútiles todos los esfuerzos de los demonios del infierno para arrancármela. Dormiré y descansaré en paz. 
Que otros esperen su felicidad de su riqueza o de sus talentos; que se apoyen sobre la inocencia de su vida, o sobre el rigor de su penitencia, o sobre el número de sus buenas obras, o sobre el fervor de sus oraciones. En cuanto a mí, Señor, toda mi confianza es mi confianza misma. Porque Tú, Señor, solo Tú, has asegurado mi esperanza. 
A nadie engañó esta confianza. Ninguno de los que han esperado en el Señor ha quedado frustrado en su confianza. 
Por tanto, estoy seguro de que seré eternamente feliz, porque firmemente espero serlo y porque de Vos ¡oh Dios mío! Es de Quien lo espero. En Ti esperé , Señor, y jamás seré confundido. 
Bien conozco ¡ah! Demasiado lo conozco, que soy frágil e inconstante; sé cuanto pueden las tentaciones contra la virtud más firme; he visto caer los astros del cielo y las columnas del firmamento; pero nada de esto puede aterrarme. Mientras mantenga firme mi esperanza, me conservaré a cubierto de todas las calamidades; y estoy seguro de esperar siempre, porque espero igualmente esta invariable esperanza. 
En fin, estoy seguro de que no puedo esperar con exceso de Vos y de que conseguiré todo lo que hubiere esperado de Vos. Así, espero que me sostendréis en las más rápidas y resbaladizas pendientes, que me fortaleceréis contra los más violentos asaltos y que haréis triunfar mi flaqueza sobre mis más formidables enemigos. Espero que me amaréis siempre y que yo os amaré sin interrupción ; y para llevar de una vez toda mi esperanza tan lejos como puedo llevarla, os espero a Vos mismo de Vos mismo ¡oh Creador mío! Para el tiempo y para la eternidad. Así sea". San Claudio de la Colombiere, Acto de Confianza en Dios.

martes, 27 de diciembre de 2011

Para que nadie se pierda en la oscuridad

"Mientras todo el mundo se sentía abrumado por las tinieblas del diablo y la oscuridad del pecado que gobernaba el mundo, un nuevo sol, nuestro Señor Jesucristo, tuvo a bien, llegado el tiempo, entrada la noche, extender los primeros rayos del amanecer. Antes de que aparezca esta luz, es decir, antes de que se manifieste "el sol de justicia" (Mateo 3,20), Dios ya había anunciado por los profetas, como una aurora: «envié a mis profetas antes que a la luz "(Jr 7,25 Vulgata). Más tarde, el mismo Cristo ha extendido sus rayos, es decir, sus apóstoles, para hacer resplandecer su luz y llenar el mundo de su verdad, para que nadie se pierde en la oscuridad...
Nosotros, los hombres, para realizar las tareas indispensables, antes de que el sol de este mundo se levante, nos anticipamos a la luz con una lámpara. Ahora el sol de Cristo, también tiene su lámpara, que precedió a su venida, como dice el profeta: "Enciendo una lámpara para mi Ungido" (Salmo 131,17). El Señor indica cuál es esta lámpara, diciendo de Juan el Bautista: "Este es la lámpara que arde y brilla". Y el mismo Juan, dijo, como si fuera la tenue luz de una linterna que va delante suyo: «Pero viene, el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego"(Lc 3,16). Al mismo tiempo, entendiendo que su luz tenía que ser eclipsada por los rayos del sol, predijo: "Él debe crecer y yo tengo que menguar" (Jn 3,30). De hecho, como la luz de una linterna se apaga con la llegada del sol, de igual modo, el bautismo de arrepentimiento proclamado por Juan, ha perdido su valor con la llegada de la gracia de Cristo". San Máximo de Turín, Sermón 62.

domingo, 25 de diciembre de 2011

Una alegría que no es de este mundo

"Queridos, con gran bondad, es evidente que las riquezas de la gracia de Dios han sido derramadas sobre nosotros. Llamados a la eternidad, no sólo contamos con los ejemplos del pasado, sino que hemos visto aparecer a la misma verdad, de forma visible y corporal. Por lo tanto, debemos celebrar el día del nacimiento del Señor con una ferviente alegría, que no es de este mundo...Gracias a la luz del Espíritu Santo, sabemos reconocer aquello que hemos recibido en él y hemos recibido en nosotros: pues del mismo modo que el Señor Jesús, se ha convertido en nuestra carne, nosotros, renaciendo, nos hemos convertido en su cuerpo ... Dios nos mostró el ejemplo de su bondad y su humildad...: asemejémonos al Señor en su humildad, si queremos parecernos en su gloria. Él mismo nos ayudará y nos conducirá a la realización de lo que prometió". San León Magno, 3º sermón para Navidad.

viernes, 23 de diciembre de 2011

La prudencia divina vencerá al espíritu orgulloso

"Señor, envíanos al Cordero; es el cordero el que nos hace falta y no el león (Ap 5,5-6). El cordero que no se irrita y cuya dulzura jamás se enturbia; el cordero que nos dará su lana blanca, como nieve para recalentar en nosotros lo que está frío, para cubrir lo que en nosotros está desnudo; el cordero que nos dará a comer su carne por temor a que perezcamos de debilidad en el camino (Jn 6,51; Mt15,32).
Envíalo lleno de sabiduría, porque en su prudencia divina vencerá el espíritu orgulloso; envíalo lleno de fuerza, porque dijo que el "Señor es fuerte y poderoso en el combate" (Sal. 23,8); envíalo lleno de dulzura, porque "descenderá como el rocío sobre el vellón" (Sal. 71,6 Vulg); envíalo como una víctima, porque debe ser vendido e inmolado para nuestro rescate (Mt 26,15; Jn 19,36; Ex 12,46); envíalo, no para exterminar a los pecadores, porque debe "venir a llamarlos y no los justos" (Mt 9,13); envíalo por fin " digno de recibir la fuerza y la divinidad, digno de desatar los siete sellos del libro sellado" (Ap 4,11; 5,9), es decir el misterio incomprensible de la Encarnación". Pedro de la Celle, Sermón de Adviento.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Hacia esas cumbres donde el aire es más puro

"Nuestra Señora del Monte Carmelo es la Patrona de la vida interior, la Virgen que nos aparta de la muchedumbre y nos lleva dulcemente hacia esas cumbres donde el aire es más puro, el cielo más claro, Dios está más próximo... y en las que transcurre la vida de intimidad con Dios.
Según San Gregorio el Magno, la vida contemplativa y la vida eterna no son dos cosas diferentes, sino una sola realidad; una es la aurora, la otra el mediodía. La vida contemplativa es el principio de la dicha eterna, su saboreo anticipado. Que la Reina del cielo nos conceda, pues, la gracia de comprender el estrecho vínculo que une esas dos vidas para vivir aquí abajo como si estuviéramos ya en el cielo.
Un alma interior es un alma que ha encontrado a Dios en el fondo de su corazón y que vive siempre con Él.
Dios está en el fondo del alma, pero está allí escondido. La vida interior es como una eclosión de Dios en el alma.
Mantengámonos en el centro de nuestra alma, en ese punto preciso desde el que podemos vigilar todos sus movimientos, para detenerlos o dirigirlos, según los casos. Vivamos o de Dios o para Dios, pero repitámonos que no se obra del todo para Dios sino cuando ya no se hace absolutamente nada para uno mismo. Se obra entonces porque Dios lo quiere, cuando Él quiere y como Él quiere, por estar siempre unidos en el fondo con Aquel de quien uno no es más que un dichoso instrumento". Robert de Langeac, La vida oculta en Dios.

lunes, 19 de diciembre de 2011

Enseñar con palabras y obras

"Juan Bautista enseña con palabras y obras. Verdadero maestro, que muestra con su ejemplo, lo que afirma con su lengua. La sabiduría hace al maestro, pero es la conducta lo que da la autoridad... Enseñar con obras es la única regla de aquellos que quieren instruir. Enseñar con palabras es la sabiduría; pero cuando se pasa a las obras, es virtud. El verdadero conocimiento está unido a la virtud: es esta, solo esta la que es divina y no humana...". San Pedro Crisólogo, Sermón 167.

sábado, 17 de diciembre de 2011

La oveja perdida

"Pero, miremos ahora a nuestro pastor, Cristo. Miremos su amor por los hombres y su ternura para conducirnos a pastos abundantes. Se alegra con las ovejas que están a su alrededor y busca a las que están descarriadas. Ni montañas ni bosques son obstáculo, él baja a los valles tenebrosos (Sal 22,4) para llegar al lugar donde está la oveja perdida... 
Habiéndola encontrado enferma, no la desprecia, sino que la cuida; tomándola sobre sus hombros, cura con su propio cansancio a la oveja fatigada. Su cansancio lo llena de alegría, porque ha encontrado la oveja perdida, y esto le cura su pena: "¿Quién de vosotros, dice él, si tiene cien ovejas y pierde una, no abandona las otras noventa y nueve en el desierto para irse en busca de la que está perdida, hasta que la encuentre?"
La pérdida de una sola oveja, enturbia la alegría del rebaño reunido, pero la alegría de encontrarla cambia esta tristeza: "cuando la ha encontrado, reúne a sus amigos y vecinos y les dice: Alegraos conmigo, porque he encontrado mi oveja perdida" (Lc 15,6). Por eso Cristo, que es este pastor, dijo: "Yo soy el buen pastor" (Jn 10,11). "Yo busco la oveja perdida, hago volver a la que se ha extraviado, vendo a la que está herida, curo a la que está enferma" (Ez 34,16)". Basilio de Seleucia, Homilía sobre el Buen Pastor.

jueves, 15 de diciembre de 2011

Sin jugar a santo

- Ignacio a Javier: 

"Te quiero siervo de Dios,
!pero sin jugar al santo!...

Lo has de ser con menos brío:
cuando mucho suena el río
es porque hay piedras en él.

Virtud que se paladea,
apenas si es ya virtud.
No hay virtud más eminente
que el hacer sencillamente
lo que tenemos que hacer.

El encanto de las rosas 
es que, siendo tan hermosas,
no conocen lo que son.

José María Pemán, "El Divino Impaciente".

martes, 13 de diciembre de 2011

Lo grande de nuestra necesidad

"Al celebrar devotamente el adviento del Señor, no hacemos más que lo que debemos hacer; puesto que no viene sólo a nosotros, sino también por nosotros; aquel soberano Rey, que no tiene necesidad de nuestros bienes, verdaderamente la misma grandeza de su dignidad, manifiesta con mayor claridad, lo grande de nuestra necesidad. No sólo se conoce el peligro de la enfermedad, por el precio de la medicina, sino que también se conoce la multitud de achaques, por la abundancia de los remedios.
Por eso es necesario del advenimiento del Señor, por eso es necesaria a los hombres así oprimidos, la presencia de Cristo, y ojalá de tal modo venga, que por su copiosísima dignación, habitando en nosotros por la fe, ilumine nuestra ceguera; permaneciendo con nosotros, ayude nuestra debilidad, y estando por nosotros, proteja y defienda nuestra fragilidad. Porque, si él está en nosotros ¿quién nos engañará?, si está con nosotros ¿qué no podremos en el Señor, que nos conforta? Él es el consejero fiel que de ningún modo puede ser engañado, ni engañar, fuerte auxilio, que no se cansará... Es la sabiduría de Dios, la fuerza misma de Dios (1 Co 1,24)... A este tan gran Maestro, hermanos míos, recurramos en toda deliberación, esta poderosa ayuda invoquemos en toda decisión, a este protector tan fiel encomendemos nuestras almas en todos los combates, el cual vino al mundo, para que habitando en los hombres, con los hombres y por los hombres, se iluminasen nuestras tinieblas, y se suavizasen nuestros trabajos, y se apartasen nuestros peligros". San Bernardo de Clairvaux, 7º Sermón de Adviento.

domingo, 11 de diciembre de 2011

La paciencia de Dios

"Vendrá nuestro Dios manifiestamente, y no permanecerá en silencio" (Sal 49,3 Vulgata). En efecto, Cristo el Señor, nuestro Dios, el Hijo de Dios, vino a escondidas en su primera venida, y vendrá de forma manifiesta en la segunda. Cuando vino oculto, no fue conocido más que por sus servidores; Cuando se manifieste, se dará a conocer a buenos y malos. Cuando vino oculto, fue para ser juzgado, cuando se manifieste con claridad, será para ser él el juez. En otro tiempo fue juzgado, y se quedó en silencio, el profeta ya había predicho este silencio: "Como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, no abría la boca" (Isaías 53, 7), pero "nuestro Dios vendrá manifiestamente, y no permanecerá en silencio»... 
Ahora lo que llamamos felicidad en este mundo, los malos también la tienen, y lo que llamamos desgracia en este mundo, también la poseen los buenos. Si los hombres no creen en estas realidades, y no creen en las realidades futuras, es porque observan que los bienes y los males de este mundo pertenecen por igual a buenos y malos. Si ambicionan las riquezas, ven que estas arrastran a los peores hombres, así como a los buenos.
Si tienen horror a la pobreza y la miseria de esta vida, ven que éstas hacen sufrir no sólo a los malos, sino también a los buenos, y dicen en su corazón: "Dios no ve nada" (Sal 93,7), no le interesan los asuntos de los hombres. Nos deja completamente al azar, rodando en el profundo abismo de este mundo, y no nos muestra su providencia. Y desprecian a los preceptos de Dios, porque no ven que se manifieste su justicia...
Dios se reserva un montón de cosas para el juicio final, pero algunas de estas cosas, se juzgan ahora, con el fin de que aquellos que no esperan el juicio, teman y se conviertan. Porque Dios no condena, sino que salva, y por lo tanto es paciente con los malos, para que lleguen a ser buenos". San Agustín de Hipona, Sermón 18.

viernes, 9 de diciembre de 2011

No conocemos otro como tú

"Te suplicamos, Señor, Dios de bondad, que el misterio de la salvación realizado por nosotros en tu Hijo unigénito, no se convierta en nuestra condenación; que "no nos aleje de tu presencia." No rechaces nuestra condición miserable, al contrario, ten compasión de nosotros por tu gran misericordia; "sólo tu infinita misericordia borra nuestros pecados." Por lo tanto, al presentarnos ante ti, en tu gloria, lejos de merecer la condena, obtendremos la protección de tu Hijo único, y no seremos condenados como malos servidores... Sí, Maestro y Señor todopoderoso, escucha nuestra súplica: "No conocemos otro como tú". Invocamos tu nombre, ya que tú eres "El que obra todo en todos", y cerca de tuyo, nos encontramos seguro.
"Señor, mira desde el cielo y desde tu santa gloria. ¿Dónde está tu amor celoso y poderoso? ¿Dónde están tu piedad y misericordia infinita? Tú eres nuestro Padre: Abraham no puede reconocernos... Tú, Señor, Padre nuestro, líbranos, porque desde el principio tu nombre ha sido invocado por nosotros "y el nombre de tu único Hijo, y de tu Espíritu Santo. "¿Por qué nos dejas errar lejos de tus caminos? ... ¿Por qué nos has abandonado a nuestras fuerzas, y nos has dejado extraviar?» Haz volver hacia tí a tus siervos, Señor, en el nombre de tu santa Iglesia, en nombre de todos los santos de otros tiempos...
"¡Oh, si rasgases el cielo! Las montañas temblarían ante tí, se derretirían como cera ante el fuego... Desde antiguo hemos escuchado y nuestros ojos no han contemplado a otro Dios más que a tí... Tú eres nuestro Padre ...todos somos obra de tus manos ...Todos somos tu pueblo". San Máximo el Confesor, Discurso ascético.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

¡Ay sacerdotes!

"¡Ay del sacerdote que sube al altar si no lleva en el corazón el fuego de Dios! ¡Ay del sacerdote que dice misa con fuego de codicia o de vanidad, y no con fuego del amor de Dios! ¡Ay de él que le dirán el bien que hiciste, ¿de qué corazón salió? ¿Salió del corazón tuyo o de corazón mío? Todo lo que hallare no haber procedido de amor de Dios, no lo recibirá Dios… todo lo que hallare hecho sin haber estado presente el Espíritu del Señor, no lo recibirá. Aunque sea hacer milagros, aunque sea derramar la sangre, si no está presente el Espíritu Santo, todo es perdido… El que no tiene Espíritu de Cristo, este tal no es de Cristo". San Juan de Ávila, Sermón 28.

lunes, 5 de diciembre de 2011

¿Cómo romper las redes del enemigo?

"Vi todas las redes del enemigo desplegadas sobre la tierra y pregunté gimiendo: ¿Quién puede pasar a través de estas trampas? Entonces escuché una voz responderme: la humildad". San Antonio Abad.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Obra del Espíritu Santo

"Oíste, Virgen, que concebirás y darás a luz a un hijo; oíste que no era por obra de varón, sino por obra del Espíritu Santo. Mira que el ángel aguarda tu respuesta, porque ya es tiempo que se vuelva al Señor que lo envió. También nosotros, los condenados infelizmente a muerte por la divina sentencia, esperamos, Señora, esta palabra de misericordia. Se pone entre tus manos el precio de nuestra salvación; en seguida seremos librado si consientes. Por la Palabra eterna de Dios fuimos todos creados, y a pesar de eso morimos; mas por tu breve respuesta seremos ahora restablecidos para ser llamados de nuevo a la vida... No tardes, Virgen María, da tu respuesta. Señora Nuestra, pronuncia esta palabra que la tierra, los abismos y los cielos esperan. Mira: el rey y señor del universo desea tu belleza, desea no con menos ardor tu respuesta. Ha querido suspender a tu respuesta la salvación del mundo. Has encontrado gracia ante de él con tu silencio; ahora él prefiere tu palabra. El mismo, desde las alturas te llama: «Levántate, amada mía, preciosa mía, ven...déjame oír tu voz» (Cant 2,13-14) Responde presto al ángel, o, por mejor decir, al Señor por medio del ángel; responde una palabra y recibe al que es la Palabra; pronuncia tu palabra y concibe la divina; emite una palabra fugaz y acoge en tu seno a la Palabra eterna... Abre, Virgen dichosa, el corazón a la e, los labios al consentimiento, las castas entrañas al Criador. Mira que el deseado de todas las gentes está llamando a tu puerta. Si te demoras en abrirle, pasará adelante, y después volverás con dolor a buscar al amado de tu alma. Levántate, corre, abre. Levántate por la fe, corre por la devoción, abre por el consentimiento. «Aquí está la esclava del Señor, -dice la Virgen- hágase en mí según tu palabra.» (Lc 1, 38)". San Bernardo, Homilía 4.

sábado, 3 de diciembre de 2011

No ha nacido ninguna semejante a Tí

"Santa Virgen María, no ha nacido en el mundo ninguna semejante a ti entre las mujeres, hija y esclava del altísimo y sumo Rey, el Padre celestial, Madre de nuestro santísimo Señor Jesucristo, esposa del Espíritu Santo: ruega por nosotros... ante tu santísimo amado Hijo, Señor y maestro". San Francisco de Asís, Antífona del Oficio de la Pasión.

jueves, 1 de diciembre de 2011

La vida inmortal para todos

"¿Qué es el advenimiento de Cristo? La liberación de la esclavitud y la desestimación del antiguo contrato, el comienzo de la libertad y el honor de la adopción, la fuente de la remisión de los pecados y la vida verdaderamente inmortal para todos. Como el Verbo, la Palabra de Dios, nos viene de lo alto, tiranizados por la muerte, disueltos, atados por los lazos de la caída, llevados por un camino sin retorno, vino para tomar la naturaleza de Adán, el primer hombre, según el designio del Padre. No les confió a ángeles ni a arcángeles la tarea de nuestra salvación, sino Él mismo tomó sobre sí el combate por nosotros, obedeciendo las órdenes del Padre... Recogiendo y recapitulando en Él toda la grandeza de su divinidad, vino a la medida que quiso... por el poder del Padre no perdió lo que tenía, pero tomando lo que no tenía, llegó a ser tal, que se convirtió en un ser limitado... Mira que es el Señor: "Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha" (Sal 109,1)... Ve que es el Hijo: "Él me llamará Padre, y yo lo haré mi Hijo" (Salmo 88,27-28) ... Observa que también es Dios: "Los poderosos vendrán y se postrarán ante ti; te rogarán, porque tú eres su Dios" (Isaías 45,14) (...) Mira que es el Rey eterno: "Cetro de justicia, es tu cetro real... Dios, tu Dios te ha ungido con óleo sagrado "(Salmo 44,7-8)... Ve que es el Señor de los ejércitos, "¿Quién es este Rey de gloria? El Señor de los ejércitos, Él es el Rey de gloria " (Sal 23,8)... También vemos que es el Sumo y Eterno Sacerdote, "Tú eres sacerdote para siempre" (Salmo 109,4). Pero si él es Señor y Dios, Hijo y Rey, Señor y sumo y eterno sacerdote, y porque ha querido, "también es hombre: ¿quién lo comprenderá?"(Jer. 17,9 LXX) (...) Como Dios y como hombre, Jesús vino a nuestra casa... Se revistió de nuestro cuerpo miserable y caduco... y se hizo cargo de nuestro cuerpo con sus enfermedades, y las curó con su poder, para que se cumpliera la palabra: "Yo soy el Señor... te cogeré de la mano derecha y te fortaleceré... Yo soy el Señor, este es mi nombre... Y el último enemigo, la muerte, será destruida... Muerte, ¿dónde está tu aguijón? "(Is 42,6; 1 Cor 15,26.55)". Homilía Griega del siglo IV, Sobre la Pascua, 44-48; (inspirada en una homilía perdida de San Hipólito).

martes, 29 de noviembre de 2011

Ser templos consagrados a Dios

"Nuestro Señor mismo nos enseña lo que debemos hacer para que nuestro interior se convierta en una casa de oración, porque el hombre es verdaderamente un templo consagrado a Dios. Primero debemos echar de él a todos los vendedores, es decir, las imágenes y representaciones de los bienes creados y todo lo que significa satisfacción en las criaturas y gozos de la voluntad propia. Luego, hay que limpiar y purificar el templo con lágrimas. No todos los templos son santos por el mero hecho de ser casas habitables. Es Dios quien los santifica. Aquí se trata del templo amado por Dios, donde Dios se manifiesta de verdad si está purificado. ¿Cómo podría Dios morar en el alma si no ha puesto su pensamiento, por breve que sea, en Dios? ¿No será porque está abarrotada de otras cosas?". Beato Juan Taulero O.P., Sermón 69.

domingo, 27 de noviembre de 2011

Santa María Madre de Dios, Virgen hecha Iglesia

"Salve, Señora, santa Reina, santa Madre de Dios, María, que eres Virgen hecha Iglesia y elegida por el santísimo Padre del cielo, a la cual consagró Él con su santísimo amado Hijo y el Espíritu Santo Paráclito, en la cual estuvo y está toda la plenitud de la gracia y todo bien". San Francisco de Asís, Saludo a la Bienaventurada Virgen María.

viernes, 25 de noviembre de 2011

El obispo debe ser un servidor

"El obispo, que está a vuestra cabeza, es vuestro servidor... Que el Señor nos otorgue, pues, con la ayuda de vuestras oraciones, ser y permanecer hasta el final siendo aquello que queréis que seamos...; que nos ayude a cumplir lo que nos ha sido encargado. Pero que lo que somos, no coloque en nosotros vuestra esperanza. Me permito deciros esto en calidad de obispo: quiero expresar nuestra satisfacción por vosotros y no henchirme de orgullo... Hablo ahora al pueblo de Dios en nombre de Cristo, hablo en la Iglesia de Dios, hablo como pobre siervo de Dios: no pongáis vuestra esperanza en nosotros, no pongáis vuestra esperanza en los hombres. ¿Somos buenos? Somos servidores. ¿Somos malos? Seguimos siendo servidores. Pero los buenos, los fieles servidores son los verdaderos servidores. ¿Cuál es nuestro servicio? Prestad atención: Si tenéis hambre y no os alimentamos, somos unos ingratos, observad de qué bodega sacamos las provisiones; pero en qué plato se sirve aquello de lo que tenéis avidez de comer, no lo miréis. «En una gran casa, no hay sólo vajilla de oro y plata, hay también vajilla de arcilla» (2Tm 2,20). ¿Acaso vuestro obispo es similar a un plato de dinero, un plato de oro, un plato de arcilla? Mirad si este plato contiene pan, y de quién procede este pan, y quién me lo da para que os lo sirva. Observad quién es aquel del que yo hablo, que me da el pan que se os sirve. Él es el pan: "Yo soy el pan vivo, bajado del cielo" (Jn 6,51). Servimos a Cristo, en lugar de Cristo..., para que él pueda llegar a vosotros y sea el juez de nuestro ministerio". San Agustín, de Hipona, Sermón para la Ordenación de un obispo, 3, 9.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Administrar bien los dones de Dios

"No consintamos, hermanos y amigos míos, en administrar de mala manera lo que, por don divino, se nos ha concedido, para que no tengamos que escuchar aquellas palabras: «Avergonzaos, vosotros, que retenéis lo ajeno, proponeos la imitación de la equidad de Dios y nadie será pobre.» No nos dediquemos a acumular y guardar dinero, mientras otros tienen que luchar en medio de la pobreza, para no merecer el ataque acerbo y amenazador de la palabras del profeta Amós: «Escuchad, los que decís: ¿cuándo pasará la luna nueva para vender el trigo, y el sábado para ofrecer el grano?» (Lc 8,5)... Imitemos aquella suprema y primordial ley de Dios, que hace llover sobre los justos y los pecadores, y hace salir igualmente el sol para todos (Mt 5,45); que pone la tierra, las fuentes, los ríos y los bosques a disposición de todos sus habitantes; el aire se lo entrega a las aves, y el agua a los que viven en ella, y a todos da con abundancia, los subsidios para su existencia, sin que haya autoridad de nadie que los detenga, ni ley que los circunscriba, ni fronteras que los separen; se lo entregó todo en común, con amplitud y abundancia, y sin deficiencia alguna. Así enaltece la uniforme dignidad de la naturaleza con la igualdad de sus dones, y pone de manifiesto las riquezas de su benignidad". San Gregorio Nacianceno, Sermón 14, sobre el amor a los pobres, 24-25.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Dos amores construyeron dos ciudades

"Dos amores construyeron dos ciudades: el amor propio hasta el desprecio a Dios hizo la ciudad terrena; el amor de Dios hasta el desprecio de si mismo, la ciudad del cielo. La una se glorifica a sí misma, la otra se glorifica en el Señor. Una busca la gloria que viene de los hombres (Jn 5,44), la otra tiene su gloria en Dios, testigo de su conciencia. Una, hinchada de vana gloria, levanta la cabeza, la otra dice a su Dios: «Tú eres mi gloria, me haces salir vencedor...» (cf Sal 3,4) En una, los príncipes son dominados por la pasión de dominar sobre los hombres y sobre las naciones conquistadas, en la otra todos son servidores del prójimo en la caridad, los jefes velando por el bien de sus subordinados y éstos obedeciéndoles. La primera, en la persona de los poderosos, se admira de su propia fuerza, la otra dice a su Dios: «Te amo, Señor, tú eres mi fortaleza.» (Sal 17,2) En la primera, los sabios llevan una vida mundana, no buscando más que las satisfacciones del cuerpo o del espíritu o las dos a la vez: «...habiendo conocido a Dios, no lo han glorificado, ni le han dado gracias, sino que han puesto sus pensamientos en cosas sin valor y se ha oscurecido su insensato corazón...han cambiado la verdad de Dios por la mentira.» (cf Rm 1,21-25) En la ciudad de Dios, en cambio, toda la sabiduría del hombre se encuentra en la piedad que da culto al verdadero Dios, un culto legítimo y que espera como recompensa, en la comunión de los santos, no solamente de los hombres sino también de los ángeles, «que Dios sea todo en todos.» (1Cor 15,28)". San Agustín de Hipona, La Ciudad de Dios 14,28 .

sábado, 19 de noviembre de 2011

Recibamos a Cristo en la Eucaristía

"Recibamos a Cristo en la Eucaristía, como lo hizo Zaqueo, el buen publicano... como deseaba ver a Cristo y como era bajo de estatura, se subió a un árbol, y el Señor al ver su devoción lo llamó, le dijo que bajara del árbol y que quería hospedarse en su casa, Zaqueo se apresuró y bajó, y con mucho gusto le recibió en su casa. Pero no sólo se contentó con recibirlo alegremente, fruto de un encuentro superficial..., lo demostró con sus obras virtuosas. Se comprometió a devolver enseguida a todos, sin esperar a mañana, lo que no era suyo, y a dar la mitad de sus bienes a los pobres y si había defraudado a alguno, restituírlo cuatro veces más. Con la misma rapidez, espontaneidad, y alegría; la misma alegría espiritual, con la que le recibió este hombre en su casa, que nuestro Señor, nos conceda la gracia de recibir su Santísimo Cuerpo y Sangre, su Alma y su Divinidad todopoderosa tanto, en nuestro cuerpo, como en nuestra alma, y que el fruto de nuestras buenas obras, pueden dar testimonio de que lo recibimos dignamente, con una fe plena, y un propósito estable de vida buena, que se impone a aquellos que comulgan. Entonces Dios,... nos dirá, como le dijo a Zaqueo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa» (Lc 19,9)". Santo Tomás Moro, Tratado para recibir el Cuerpo de nuestro Señor.

jueves, 17 de noviembre de 2011

La reverencia en la oración

"Si cuando queremos sugerir algo a hombres poderosos, no osamos hacerlo sino con humildad y reverencia, con cuánta mayor razón se ha de suplicar al Señor Dios de todas las cosas con toda humildad y pura devoción. Y sepamos que seremos escuchados, no por hablar mucho, sino por la pureza de corazón y compunción de lágrimas. Por eso la oración debe ser breve y pura, a no ser que se prolongue por un afecto inspirado por la gracia divina. pero en comunidad abréviese la oración en lo posible, y cuando el superior dé la señal, levántense todos juntos". San Benito, Regla, Capítulo 20.

martes, 15 de noviembre de 2011

La virtud con el ejercicio persevera

“Los pescadores de peces son hechos pescadores de hombres, de una faena pasan a otra faena, porque el trabajo acostumbrado desconoce el decaimiento. Todo lo que se acostumbra no cansa; la virtud con el ejercicio persevera. Por esta razón quiso Cristo a los Apóstoles ejercitados en humanos padecimientos, para hacerlos infatigables en los divinos. Quiso Dios asegurarles la fortaleza, por el ejercicio infundirles virtud, y ya que el fruto nace del trabajar, no quiso quitarles el trabajo, sino mudárselo”. San Pedro Crisólogo, Sermón 47.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Una visión del infierno

"Sacrificaos por los pecadores y decid muchas veces, y especialmente cuando hagáis un sacrificio: “¡Oh, Jesús, es por tu amor, por la conversión de los pecadores y en reparación de los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María!”. Al decir estas últimas palabras abrió de nuevo las manos como los meses anteriores. El reflejo parecía penetrar en la tierra y vimos como un mar de fuego y sumergidos en este fuego los demonios y las almas como si fuesen brasas transparentes y negras o bronceadas, de forma humana, que fluctuaban en el incendio llevadas por las llamas que de ellas mismas salían, juntamente con nubes de humo, cayendo hacia todo los lados, semejante a la caída de pavesas en grandes incendios, pero sin peso ni equilibrio, entre gritos y lamentos de dolor y desesperación que horrorizaban y hacían estremecer de pavor. (Debía ser a la vista de eso que di un “ay” que dicen haber oído.) Los demonios se distinguían por sus formas horribles y asquerosas de animales espantosos y desconocidos, pero transparentes como negros tizones en brasa. Asustados y como pidiendo socorro levantamos la vista a Nuestra Señora, que nos dijo con bondad y tristeza:
–Habéis visto el infierno, donde van las almas de los pobres pecadores. Para salvarlas Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. Si hacen lo que yo os digo se salvarán muchas almas y tendrán paz. La guerra terminará pero si no dejan de ofender a Dios en el reinado de Pío XI comenzará otra peor. Cuando viereis una noche alumbrada por una luz desconocida sabed que es la gran señal que Dios os da de que va a castigar al mundo por sus crímenes por medio de la guerra, del hambre, de la persecución de la Iglesia y del Santo Padre. Para impedir eso vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la comunión reparadora de los primeros sábados. Si atendieran mis deseos, Rusia se convertirá y habrá paz; si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones de la Iglesia: los buenos serán martirizados; el Santo Padre tendrá que sufrir mucho; varias naciones serán aniquiladas. Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará. El Santo Padre me consagrará Rusia, que se convertirá, y será concedido al mundo algún tiempo de paz. En Portugal el dogma de la fe se conservará siempre, etc. (Aquí comienza la tercer parte del secreto, escrita por Lucía entre el 22 de diciembre de 1943 y el 9 de enero de 1944.) Esto no lo digáis a nadie. A Francisco sí podéis decírselo.
–Cuando recéis el rosario, decid después de cada misterio: “Jesús mío, perdona nuestras culpas, líbranos del fuego del infierno, lleva todas las almas al cielo, especialmente las más necesitadas de tu misericordia". Mensaje de la Virgen de Fátima.

viernes, 11 de noviembre de 2011

La gracia de la devoción

"Hijo, lo más útil y seguro para ti es mantener oculta la gracia de la devoción y no sobreestimarte, ni hablar mucho de ella, ni ponderarla demasiado, sino más bien considerar lo que vales y temer porque se te ha dado sin merecerla. No está bien apegarse tenazmente a estos sentimientos porque muy pronto pueden cambiarse en contrarios. Piensa en la gracia, qué miserable e impotente estás sin la gracia. No consiste el aprovechamiento en la vida espiritual en tener la gracia de las consolaciones sino que con humildad y paciente abnegación soportes que ella se te quite de manera que entonces no descuides el esfuerzo de la oración ni dejes del todo las demás buenas obras que acostumbras realizar, sino que como mejor puedas y entiendas realices con buena voluntad lo que esté de tu parte sin descuidarlo totalmente por la aridez o ansiedad mental que sientes.
Hay muchos que se vuelven de pronto impacientes o desganados cuando las cosas no suceden como quieren. No está siempre en poder del hombre su camino (Jr 10,23) sino que es propio de Dios dar y consolar, cuando quiere, en la medida que quiere y a quien quiere, según su deseo, y eso es todo". Tomás de Kempis, Imitación de Cristo, Libro III, Cap. VII, 1-2.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Los instrumentos del diablo

"Cierto día, el diablo decidió retirarse de los negocios y rematar todas sus herramientas. La subasta parecía imponente; todas sus armas estaban allí perfectamente exhibidas: el odio, la malicia, la envidia, los celos, el engaño, la sensualidad desmedida...
'Separado del lote principal había un objeto aparentemente inofensivo, con aspecto de haber sido muy utilizado, cuyo precio era muy superior al de todos los demás.
'Alguien le preguntó al diablo:
-¿Cómo se llama este instrumento?
-Desaliento -respondió el diablo.
-¿Por qué su precio es tan alto?
-Porque este instrumento es más útil que cualquier otro. El desaliento puede entrar en la conciencia del ser humano cuando todas las demás herramientas han fallado. Una vez adentro, con esta sola arma puedo llegar a hacer lo que desee con esa persona. Está muy gastada porque la utilizo mucho y con casi todo el mundo. Como muy pocos saben que me pertenece, puedo usarla continuamente para lograr mis propósitos.
'Cuenta esta historia que a pesar de su inmensa utilidad, el precio del desaliento era tan alto que aún sigue siendo propiedad del diablo". Anónimo.

lunes, 7 de noviembre de 2011

El Rostro que perdona

"Jesús está en el centro de todo, él lo asume todo, él soporta todo, él lo sufre todo. Es imposible pegar a alguien sin pegarle a él, humillar a alguien sin humillarlo a él, maldecir o matar a alguien sin maldecirlo o matarlo a él mismo. El más bajo de los criminales tiene que pedir prestado el Rostro de Cristo para recibir una bofetada, de cualquier mano que sea; de otra manera, la bofetada no podría llegar a destino y quedaría en suspenso, en el espacio, por los siglos de los siglos, hasta que encontrase el Rostro que perdona". Leon Bloy, Fragmento.

sábado, 5 de noviembre de 2011

El árbol se conoce por sus frutos

"En la creación, manda Dios a las plantas que lleven sus frutos, cada una según su especie (Gn 1,11); de la misma manera que a los cristianos, plantas vivas de la Iglesia, les manda que produzcan frutos de devoción, cada uno según su condición y estado. De diferente manera han de practicar la devoción el noble y el artesano, el criado y el príncipe, la viuda, la soltera y la casada; y no solamente esto, sino que es menester acomodar la práctica de la devoción a las fuerzas, a los quehaceres y a las obligaciones de cada persona en particular... ¿sería cosa puesta en razón que el obispo quisiera vivir en la soledad, como los cartujos? Y si los casados nada quisieran allegar, como los capuchinos, y el artesano estuviese todo el día en la iglesia, como los religiosos, y el religioso tratase continuamente con toda clase de personas por el bien del prójimo, como lo hace el obispo, ¿no sería esta devoción ridícula, desordenada e insufrible? Sin embargo, este desorden es demasiado frecuente,
No,..., la devoción nada echa a perder, cuando es verdadera; al contrario, todo lo perfecciona, y, cuando es contraria a la vocación de alguno, es, sin la menor duda, falsa. La abeja, dice Aristóteles, saca su miel de las flores sin dañarlas y las deja frescas y enteras, según las encontró; mas la verdadera devoción todavía hace más, porque no sólo no causa perjuicio a vocación ni negocio alguno, sino, antes bien, los adorna y embellece. Las piedras preciosas, introducidas en la miel, se vuelven más relucientes, cada una según su propio color; así también cada uno de nosotros se hace más agradable a Dios en su vocación, cuando la acomoda a la devoción: el gobierno de la familia se hace más amoroso; el amor del marido y de la mujer, más sincero; el servicio del príncipe, más fiel; y todas las ocupaciones, más suaves y amables.
Es un error, y aun una herejía, querer desterrar la vida devota de las compañías de los soldados, del taller de los obreros, de la corte de los príncipes y del hogar de los casados. Es cierto... que la devoción puramente contemplativa, monástica y propia de los religiosos, no puede ser ejercitada en aquellas vocaciones; pero también lo es que, además de estas tres clases de devoción, existen muchas otras, muy a propósito para perfeccionar a los que viven en el siglo". San Francisco de Sales, Introducción a la vida devota, I, cap. 3.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Dios te ha buscado antes

"Que toda alma que busca a Dios sepa que Dios la ha buscado antes, es el primero en buscarla... «En mi lecho, por la noche, busqué al amor de mi alma» (cf Ct 3,1). El alma busca al Verbo pero el Verbo la buscó antes... Abandonada a si misma, nuestra alma no sería más que un soplo que se va y no vuelve. ¡Escuchad las quejas y lamentos de aquella que yerra después de haber perdido el rumbo: «Si me extravío como oveja perdida, ven en busca de tu siervo, porque no he olvidado tus mandatos» (Sal 118,176). ¡Oh hombre, quieres volver; si dependiera de tu voluntad únicamente ¿por qué pedirías auxilio?... Es evidente que nuestra alma quiere volver pero no puede. No es más que un soplo errante que por si sólo nunca volvería... ¿De dónde le viene esta voluntad? Le viene porque el Verbo la ha visitado y la ha buscado. Esta búsqueda no ha sido en vano ya que ha suscitado la voluntad sin la cual no hay retorno posible.
No es suficiente que el alma sea buscado una vez. Como languidece y el retorno es demasiado difícil...La voluntad la tengo, dice San Pablo, pero no acabo de hacer el bien, (cf Rm 8,18). ¿Qué es lo que pide, pues, el alma en el salmo citado? Nada más que ser buscada, porque no buscaría sino fuera buscada, no insistiría en la búsqueda sino fuera hallada". San Bernardo de Clairvaux, Sermón 84 sobre el Cantar de los Cantares, 3.

martes, 1 de noviembre de 2011

La humildad y la caridad

"Pecando, el hombre había cubierto su ruta de obstáculos, pero ésta ha sido superada cuando Cristo la pisó con su resurrección e hizo, de un sendero estrecho, una avenida digna de un Rey. La humildad y la caridad son los dos pies que permiten desplazarse con rapidez. Todos somos atraídos por las alturas de la caridad, pero la humildad es el primer escalón que es preciso subir. ¿Por qué levantas el pie más alto que tú mismo? ¿Quieres caer y no subir? Comienza por el primer escalón, es decir por la humildad, y después ella te hará subir.
Por ello nuestro Señor y Salvador no se limitó a decir: "que renuncie a sí mismo», sino que añadió: "que coja su cruz y que me siga «. ¿Qué significa, que coja su cruz? Que soporte todo lo que le es penoso, y así es como llegará a mi casa. Desde que haya comenzado a seguirme, conformándose a mi vida y a mis mandamientos, encontrará en su camino bastante gente que le contradecirá, que tratarán de desviarlo, que no sólo se burlaran de él, sino que le perseguirán. Estas personas no se encuentran únicamente entre los paganos que están fuera de la Iglesia; sino incluso entre los que parecen estar en la Iglesia, si se juzgan externamente...
Por consiguiente, si tú deseas seguir a Cristo, lleva su Cruz sin más demora y sobrelleva a los malvados sin dejarte vencer... «Si alguno quiere caminar en pos de mí, que coja su cruz y que me siga». En consecuencia, si queremos poner esto en práctica, tratemos, con la ayuda de Dios, de hacer nuestra la palabra del apóstol san Pablo: "Si tenemos qué comer y qué vestir, démonos por satisfechos». Es de temer, que si deseamos más bienes terrestres de los que necesitamos, «queriéndonos enriquecer", no «caigamos en la trampa de la tentación, en una multitud de deseos absurdos y peligrosos, que conducen a las personas a la ruina y la perdición» (1Tm 6,8-9). Se digne, el Señor, tomarnos bajo su protección y nos libre de esta tentación". San Cesáreo de Arles, Sermón 159.

domingo, 30 de octubre de 2011

Pobreza de medios

"El mensaje de la cruz, anunciado por unos hombres sin cultura, tuvo una virtud persuasiva que alcanzó a todo el orbe de la tierra; y se trataba de un mensaje que no se refería a cosas sin importancia, sino a Dios y a la verdadera religión, a una vida conforme al Evangelio y al futuro juicio, un mensaje que convirtió en sabios a unos hombres rudos e ignorantes. Ello nos demuestra que lo necio de Dios es mas sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres". San Juan Crisóstomo, obispo, Homilía sobre la primera carta a los Corintios, 4, 3.

viernes, 28 de octubre de 2011

Caminos que conducen al cielo

"¿Queréis que os recuerde los diversos caminos de penitencia? Hay ciertamente muchos, distintos y diferentes, y todos ellos conducen al cielo.
El primer camino de penitencia consiste en la acusación de los pecados: Confiesa primero tus pecados y serás justificado. Por eso dice el profeta: Propuse: «Confesaré al Señor mi culpa», y tú perdonaste mi culpa y mi pecado. Condena, pues, tú mismo aquello en lo que pecaste, y esta confesión te obtendrá el perdón ante el Señor, pues quien condena aquello en lo que faltó con más dificultad volverá a cometerlo; haz que tu conciencia esté siempre despierta y sea como tu acusador doméstico y así no tendrás quien te acuse ante el tribunal de Dios.
Éste es un primer y óptimo camino de penitencia; hay también otro, no inferior al primero, que consiste en perdonar las ofensas que hemos recibido de nuestros enemigos, de tal forma que, poniendo a raya nuestra ira, olvidemos las faltas de nuestros hermanos; obrando así, obtendremos que Dios perdone aquellas deudas que ante él hemos contraído; he aquí, pues, un segundo modo de expiar nuestras culpas. Porque si vosotros perdonáis al prójimo sus faltas -dice el Señor-, también os perdonará las vuestras vuestro Padre celestial.
¿Quieres conocer un tercer camino de penitencia? Lo tienes en la oración ferviente y continuada, que brota de lo íntimo del corazón.
Si deseas que te hable aún de un cuarto camino, te diré que lo tienes en la limosna: ella posee una grande y extraordinaria virtualidad.
También si eres humilde y obras con modestia, en este proceder encontrarás, no menos que en cuanto hemos dicho hasta aquí, un modo de destruir el pecado: De ello tienes un ejemplo en aquel publicano, que, si bien no pudo recordar ante Dios su buena conducta, en lugar de buenas obras presentó su humildad y se vio descargado del gran peso de sus muchos pecados.
Te he recordado, pues, cinco caminos de penitencia: primero, la acusación de los pecados; segundo, el perdonar las ofensas de nuestro prójimo; tercero, la oración; cuarto, la limosna; y quinto, la humildad.
No te quedes, por tanto, ocioso, antes procura caminar cada día por la senda de estos caminos: ello, en efecto, resulta fácil y no te puedes excusar aduciendo tu pobreza, pues aunque vivieres en gran penuria podrías deponer tu ira y mostrarte humilde, podrías orar asiduamente y confesar tus pecados; la pobreza no es obstáculo para dedicarte a estas prácticas. Pero, ¿qué estoy diciendo? La pobreza no impide de ninguna manera el andar por aquel camino de penitencia que consiste en seguir el mandato del Señor, distribuyendo los propios bienes -hablo de la limosna-, pues esto lo realizó incluso aquella viuda pobre que dio sus dos pequeñas monedas.
Ya que has aprendido con estas palabras a sanar tus heridas, decídete a usar de estas medicinas y así, recuperada ya tu salud, podrás acercarte confiado a la mesa santa y salir con gran gloria al encuentro del Señor, rey de la gloria, y alcanzar los bienes eternos por la gracia, la misericordia y la benignidad de nuestro Señor Jesucristo". San Juan Crisóstomo, Homilía 2 Sobre el diablo tentador.

miércoles, 26 de octubre de 2011

la dignidad del cristiano

"En el mundo visible, si un pueblo pequeño declara la guerra al rey, éste no se molesta en dirigir él mismo la batalla sino que manda soldados con sus jefes y entran en combate. Si, por el contrario, el pueblo que se levanta contra el rey es poderoso y capaz de arrasar su reino, el rey se ve obligado a entrar él mismo en combate con su corte y su ejército, y dirigir él mismo la batalla. ¡Mira, pues, cuál es tu dignidad! Dios mismo ha combatido son su ejército, quiero decir con sus ángeles y santos espíritus, viniendo él mismo a protegerte para librarte de la muerte. Ten confianza, pues, y fíjate de qué providencia eres objeto". San Macario, Homilías espirituales, n° 15, 30-31.

lunes, 24 de octubre de 2011

Enemigos de la Iglesia

"El “enemigo” se encuentra por todas partes y en medio de todos. Sabe ser violento y taimado. En estos últimos siglos ha intentado llevar a cabo la disgregación intelectual, moral, social de la unidad del organismo misterioso de Cristo. Ha querido la naturaleza sin la gracia; la razón sin la fe; la libertad sin la autoridad; a veces, la autoridad sin la libertad. Es un “enemigo” que cada vez se ha hecho más concreto, con una despreocupación que deja atónitos todavía: Cristo, sí; Iglesia, no. Después: Dios, sí; Cristo, no. Finalmente el grito impío: Dios ha muerto; más aún, Dios no ha existido jamás. Y he aquí la tentativa de edificar la estructura del mundo sobre fundamentos que Nos no dudamos en señalar como los principales responsables de la amenaza que gravita sobre la humanidad: una economía sin Dios, un derecho sin Dios, una política sin Dios. El “enemigo” se ha preparado y se prepara para que Cristo sea un extraño en la universidad, en la escuela, en la familia, en la administración de la justicia, en la actividad legislativa, en la inteligencia entre los pueblos, allí donde se determina la paz o la guerra". Pío XII, Discurso en el 30° Aniversario de la Acción Católica Italiana, 12 de octubre de 1952.

sábado, 22 de octubre de 2011

La verdadera pobreza

"No tenga otro deseo, que el de entrar sólo por amor a Cristo en el desapego, el vacío y la pobreza de todo lo que existe en la tierra. No tendrá otras necesidades más que aquellas a las que has sometido tu corazón; el pobre de espíritu nunca será más feliz que cuando se encuentre en la indigencia; aquel cuyo corazón no desea nada es siempre generoso. Los pobres en el Espíritu (Mt 5,3) tienen una gran libertad en todo lo que poseen. Su placer es pasar necesidad por amor a Dios y al prójimo... No sólo los bienes, las alegrías y los placeres de este mundo nos estorban y nos retrasan en el camino hacia Dios, sino también las alegrías y las consolaciones espirituales, son en sí mismas un obstáculo en nuestra marcha, si los recibimos o las buscamos con un espíritu de propiedad". San Juan de la Cruz, Avisos y Máximas.

jueves, 20 de octubre de 2011

El huerto del Señor

"Tenedlo presente, hermanos: en el huerto del Señor no sólo hay las rosas de los mártires, sino también los lirios de las vírgenes y las yedras de los casados, así como las violetas de las viudas. Ningún hombre, cualquiera que sea su género de vida, ha de desesperar de su vocación: Cristo ha sufrido por todos". San Agustín de Hipona, Sermón 304.

martes, 18 de octubre de 2011

Un corazón que te busca con inquietud

Señor Jesucristo, Dios nuestro, yo tengo un corazón que te busca con inquietud, ni arrepentido, ni lleno de ternura por ti, ni nada de eso que hace volver a los hijos a su heredad. Maestro, yo no tengo lágrimas para orarte. Mi espíritu está en tinieblas a causa de las cosas de esta vida y, en su dolor, no tiene la fuerza necesaria para tender hacia ti. Mi corazón está frío en las pruebas, y las lágrimas de amor por ti no pueden calentarlo. Pero tú, Señor Jesucristo, mi Dios, tesoro de todos los bienes, dame un arrepentimiento total y un corazón apenado, para que, con toda mi alma salga en tu búsqueda, porque sin ti estaré privado de todo bien; oh, Dios bueno, dame tu gracia. Que el Padre que, fuera del tiempo, en la eternidad, te engendra en su seno, renueve en mí las formas de tu imagen. 
Yo te he abandonado; tú no me abandones. Yo he marchado de ti; sal tú a buscarme. Condúceme hasta tu pradera; cuéntame entre las ovejas de tu rebaño preferido. Con ellas aliméntame con la hierba verde de tus misterios divinos que moran en el corazón puro, este corazón que lleva en sí mismo el esplendor de tus revelaciones, la consolación y la dulzura de los que se han esforzado por ti en los tormentos y ultrajes. Que nosotros podamos ser dignos de un tal esplendor, por tu gracia y amor hacia el hombre, tú, nuestro Salvador Jesucristo, por los siglos de los siglos. Amén. San Isaac el Sirio, Discursos ascéticos, 1ª serie, n° 2.

domingo, 16 de octubre de 2011

Un tesoro escondido

La esposa [del Cantar] de los Cantares dice que, al no encontrar a su Amado en el lecho, se levantó para buscarle por la ciudad, pero en vano; y que en cuanto salió de la ciudad, encontró al que amaba su alma... (Ct 3,1-4). Jesús no quiere que encontremos en el reposo su presencia adorable; él se esconde... ¡Y qué melodía  para mi corazón ese silencio de Jesús...! Él se hace pobre para que nosotras podamos darle limosna, nos tiende la mano como un mendigo, para que cuando aparezca en su gloria el día del juicio, pueda hacernos oír aquellas dulces palabras: «Venid vosotros, benditos de mi Padre, porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve enfermo y en la cárcel y me socorristeis» (Mt 25, 34-36). El mismo Jesús que pronunció estas palabras es quien busca nuestro amor, quien lo mendiga... Se pone, por así decirlo, a nuestra merced. No quiere tomar nada sin que se lo demos...
Jesús es un tesoro escondido, un bien inestimable que pocas almas saben encontrar porque está escondido, y el mundo ama lo que brilla. ¡Ah!, si Jesús quisiera mostrarse a todas las almas con sus dones inefables, ciertamente ni una sola alma los desdeñaría. Pero él no quiere que le amemos por sus dones: él mismo quiere ser nuestra recompensa.
Para encontrar una cosa escondida, hay que esconderse también uno mismo. Nuestra vida ha de ser, pues, un misterio. Tenemos que parecernos a Jesús, al Jesús cuyo rostro estaba escondido (Is 53,3)... Jesús te ama con un amor tan grande, que, si lo vieras, caerías en un éxtasis de felicidad..., pero no lo ves y sufres. Pronto Jesús "se levantará para salvar a todos los mansos y humildes de la tierra". Santa Teresa del Niño Jesús, Carta 145.

viernes, 14 de octubre de 2011

Conviértete a Dios de todo corazón

"Conviértete a Dios de todo corazón, despréndete de este mundo miserable y tu alma encontrará la paz; pues el reino de Dios es paz y alegría en el Espíritu Santo. Cristo vendrá a ti y te dará a probar su consuelo, si le preparas una digna morada en tu interior. Toda su gloria y hermosura está en lo interior, y allí se complace. Tiene él un frecuente trato con el hombre interior, platica dulcemente con él, lo consuela suavemente, le infunde una paz profunda y tiene con él una familiaridad admirable en extremo. Ea, pues, alma fiel, prepara tu corazón a este Esposo, para que se digne venir a ti y habitar en ti. Pues él dice: Si alguno me ama guardará mi palabra, y vendremos a fijar en él nuestra morada. De modo que hazle en ti lugar a Cristo. Si posees a Cristo, serás rico y con él te bastará. Él será tu proveedor y fiel procurador en todo, de manera que no tendrás necesidad de esperar en los hombres.Pon en Dios toda tu confianza y sea él el objeto de tu veneración y de tu amor. Él responderá por ti y todo lo hará bien, como mejor convenga. No tienes aquí ciudad permanente. Dondequiera que estuvieres serás extranjero y peregrino; jamás tendrás reposo si no te unes íntimamente a Cristo. Pon tu pensamiento en el Altísimo y eleva a Cristo tu oración constantemente. Si no sabes meditar cosas sublimes y celestes, descansa en la pasión de Cristo, deleitándote en contemplar sus preciosas llagas. Sufre por Cristo y con Cristo, si quieres reinar con Cristo. Si una sola vez entrases perfectamente al interior de Jesús y gustases un poco de su ardiente amor, no te preocuparías ya de tus propias ventajas o desventajas; más bien te gozarías de las humillaciones que te hiciesen, porque el amor de Jesús hace que el hombre se menosprecie a sí mismo". Del libro de la Imitación de Cristo, 2, 1-6.

miércoles, 12 de octubre de 2011

El mérito consiste en amar mucho

"El que hace la voluntad de mi Padre..., ése es mi hermano, mi hermana y mi madre». «Mis pensamientos no son vuestros pensamientos», dice el Señor(Is 55,8). El mérito, no consiste en hacer mucho o en mucho dar, sino en recibir, en amar mucho. Se ha dicho, que «es mucho más dulce dar que recibir»(Hch. 20,35), y es verdad; pero cuando Jesús quiere reservarse para sí la dulzura de dar, no sería delicado negarse. Dejémosle tomar y dar todo lo que quiera, la perfección consiste en hacer su voluntad, y el alma que se entrega enteramente a él es llamada por Jesús mismo «su madre, su hermana» y toda su familia. Y en otra parte: «Si alguno me ama, guardará mi palabra» (es decir, hará mi voluntad) y «mi Padre le amará y vendremos a él y haremos en él nuestra morada» (Jn 14,23).
¡Oh, qué fácil es complacer a Jesús, cautivarle el corazón! No hay que hacer más que amarle, sin mirarse una a sí misma, sin examinar demasiado los propios defectos...
Los directores hacen progresar en la perfección, imponiendo un gran número de actos de virtud, y llevan razón; pero mi director, que es Jesús, no me enseña a contar mis actos, me enseña a hacerlo todo por amor, a no negarle nada, a estar contenta cuando él me ofrece una ocasión de probarle que le amo; pero esto se hace en la paz, en el abandono, es Jesús quién lo hace todo, y yo no hago nada". Santa Teresa del Niño Jesús (1873-1897), carmelita descalza, doctora de la Iglesia, Carta 121.

lunes, 10 de octubre de 2011

Los malos pastores que envenenan las almas

“Y si me dijeses, padre: "¡El mundo está tan turbado!, ¿de qué modo llegará a la paz?", digoos de parte de Cristo crucificado: tres cosas principales os conviene obrar con vuestro poder. Una es que del jardín de la Santa Iglesia arranquéis las flores hediondas, llenos de inmundicia y de avaricia, hinchadas de soberbia… esto es, los malos pastores y prelados, que envenenan y corrompen este jardín. ¡Ay de mi, gobernador nuestro, usad de vuestro poder para desarraigar esas flores! Arrojadlas fuera, que no tengan ya que gobernar". De las cartas de santa Catalina de Siena al Papa Gregorio XI.

sábado, 8 de octubre de 2011

Que te conozca como soy conocido

"Conózcate a ti, Conocedor mío, conózcate a ti como soy por ti conocido. Fuerza de mi alma, entra en ella y ajústala a ti, para que la tengas y poseas sin mancha ni defecto. Esta es mi esperanza, por eso hablo; y en esta esperanza me gozo cuando rectamente me gozo. Las demás cosas de esta vida tanto menos se han de llorar cuanto más se las llora, y tanto más se han de deplorar cuanto menos se las deplora. He aquí que amaste la verdad, porque el que obra la verdad viene a la luz. Yo quiero obrar según ella, delante de ti por esta mi confesión, y delante de muchos testigos por este mi escrito.
 Y ciertamente, Señor, a cuyos ojos está siempre desnudo el abismo de la conciencia humana, ¿qué podría haber oculto en mí, aunque yo no te lo quisiera confesar? Lo que haría sería esconderte a ti de mí, no a mí de ti. Pero ahora, que mi gemido es un testimonio de que tengo desagrado de mí, tú brillas y me llenas de contento, y eres amado y deseado por mí, hasta el punto de llegar a avergonzarme y desecharme a mí mismo y de elegirte sólo a ti, de manera que en adelante no podré ya complacerme sino es en ti, ni podré serte grato si no es por ti. Comoquiera, pues, que yo sea, Señor, manifiesto estoy ante ti. También he dicho ya el fruto que produce en mí esta confesión, porque no la hago con palabras y voces de carne, sino con palabras del alma y clamor de la mente, que son las que tus oídos conocen. Porque, cuando soy malo, confesarte a ti no es otra cosa que tomar disgusto de mí; y, cuando soy bueno, confesarte a ti no es otra cosa que no atribuirme eso a mí, porque tú, Señor, bendices al justo; pero antes de ello lo transformas de impío en justo. Así, pues, mi confesión en tu presencia, Dios mío, es a la vez callada y clamorosa: callada en cuanto que se hace sin ruido de palabras, pero clamorosa en cuanto al clamor con que clama el afecto. Tú eres, Señor, el que me juzgas; porque, aunque ninguno de los hombres conoce lo íntimo del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él, con todo, hay algo en el hombre que ignora aun el mismo espíritu que habita en él; pero tú, Señor, conoces todas sus cosas, porque tú lo has hecho. También yo, aunque en tu presencia me desprecie y me tenga por tierra y ceniza, sé algo de ti que ignoro de mí. Ciertamente ahora te vemos como en un espejo y borrosamente, no cara a cara, y así, mientras peregrino fuera de ti, me siento más presente a mí mismo que a ti; y sé que no puedo de ningún modo violar el misterio que te envuelve; en cambio, ignoro a qué tentaciones podré yo resistir y a cuáles no podré, estando solamente mi esperanza en que eres fiel y no permitirás que seamos tentados más de lo que podamos soportar, antes con la tentación das también el éxito, para que podamos resistir. Confiese, pues, yo lo que sé de mí; confiese también lo que de mí ignoro; porque lo que sé de mí lo sé porque tú me iluminas, y lo que de mí ignoro no lo sabré hasta tanto que mis tinieblas se conviertan en mediodía ante tu presencia". De las Confesiones de san Agustín, obispo, Libro 10, 1, 1-2, 2; 5, 7

jueves, 6 de octubre de 2011

Oración atribuida a san Bruno

  Tú, que eres mi Señor,
Tú, cuya voluntad prefiero a la mía.
No me es posible contentarme con palabras
al presentarte mi oración.
Escucha mi grito que te suplica
como un inmenso clamor...
  
   Tú, de quien me he constituido siervo:
Te ruego con perseverancia e insistiré en mi ruego,
hasta merecer alcanzar tu favor.
Pues no anhelo un bien de la tierra;
no pido más que lo que debo pedir:
sólo a Ti...
  
   ¡Ten piedad de mí!
Y pues inmensa es tu misericordia
y grande mi pecado,ten piedad de mí inmensamente
en proporción a tu misericordia.
  
   Entonces podré cantar tus alabanzas,
contemplándote, Señor.
Te bendeciré con una bendición
que perdurará a lo largo de los siglos;
te alabaré con la alabanza y la contemplación,
en este mundo y en el otro,
como María, de quien nos dice el Evangelio,
que ha escogido la parte mejor. 
Amén.
  
Oración atribuida a San Bruno, fundador de la Orden de la Cartuja.

martes, 4 de octubre de 2011

Convertirse y volver al Señor

Volveré a la casa de mi Padre, como el hijo pródigo, y seré acogido. Tal como lo hizo él lo haré yo: ¿no me va a escuchar? A tu puerta, Padre misericordioso, llamo; ¡ábreme para que entre, por miedo a que me pierda y me aleje y perezca! Me has hecho tu heredero, y yo he abandonado mi herencia y he dilapidado mis bienes; que desde ahora sea como un mercenario y como un servidor.
¡Tal como la tuviste del publicano, ten piedad de mí, y por tu gracia viviré! Como a la pecadora, perdona mis pecados, oh Hijo de Dios. Como a Pedro, sácame de en medio de las olas. Como lo hiciste con el ladrón, ten piedad de mi bajeza y ¡acuérdate de mí! Como a la oveja que se perdió, búscame, Señor, y me encontrarás; y sobre tus espaldas llévame, Señor, a la casa de tu Padre. Como al ciego, ábreme los ojos ¡que vea tu luz! Como al sordo, ábreme los oídos, que oiga tu voz. Como al paralítico, cura mi enfermedad, que alabe tu nombre. Como al leproso, con tu hisopo purifícame de mis suciedades ( Sal 50,9). Como a la adolescente, hija de Jairo, hazme vivir, oh Señor nuestro. Como a la suegra de Pedro, sáname, porque estoy enfermo. Como al joven, hijo de la viuda, ponme de nuevo en pie. Como a Lázaro, llámame con tu propia voz y desata mis vendajes. Porque he muerto por el pecado como de una enfermedad; ¡levántame de mi ruina, que alabe tu nombre! Te lo ruego, Señor de la tierra y del cielo, ven en mi ayuda y enséñame tu camino, que yo vaya hacia ti. Condúceme hacia ti, Hijo del Bondadosísimo, y que llegue al colmo tu misericordia. Iré hacia ti y allí me saciaré de gozo. San Jacques de Saroug (449-521), monje y obispo de Siria, Poema.

domingo, 2 de octubre de 2011

No hay más profeta ni sabio

"Hermano mío, éste es el tiempo de hacernos la guerra a nosotros mismos; tú sabes que por todas partes se levantan las tinieblas. Las Iglesias están llenas de litigantes y excitados, las comunidades monásticas se han vuelto ambiciosas, reina el orgullo. No hay ninguno que se ponga a servir al prójimo: en cambio, todos oprimen a su prójimo (Mi 7:2). Estamos inmersos en el dolor. No hay más profeta ni sabio. No hay ninguno que pueda convencer a otro, porque abunda la dureza de corazón. Quienes comprenden permanecen en silencio pues los tiempos son malos. Cada uno es Señor de sí mismo, se desprecia lo que no se debería despreciar". Catequesis de San Pacomio.

viernes, 30 de septiembre de 2011

Ser del rebaño de Dios

"Oigamos, pues, hermanos, en qué reprende el Señor a las ovejas descarriadas y qué es lo que promete a sus ovejas. Y vosotras -dice-, mis ovejas. En primer lugar, si consideramos, hermanos, qué gran felicidad es ser rebaño de Dios, experimentaremos una gran alegría, aun en medio de estas lágrimas y tribulaciones. Del mismo de quien se dice: Pastor de Israel, se dice también: No duerme ni reposa el guardián de Israel. El vela, pues, sobre nosotros, tanto si estamos despiertos como dormidos. Por esto, si un rebaño humano está seguro bajo la vigilancia de un pastor humano, cuán grande no ha de ser nuestra seguridad, teniendo a Dios por pastor, no sólo porque nos apacienta, sino también porque es nuestro creador. Y vosotras -dice-, mis ovejas, así dice el Señor Dios: Yo mismo juzgaré entre oveja y oveja y entre carneros y machos cabríos. ¿A qué vienen aquí los machos cabríos en el rebaño de Dios? En los mismos pastos, en las mismas fuentes, andan mezclados los machos cabríos, destinados a la izquierda, con las ovejas, destinadas a la derecha, y son tolerados los que luego serán separados. Con ello se ejercita la paciencia de las ovejas, a imitación de la paciencia de Dios. El es quien separará después, unos a la izquierda, otros a la derecha". San Agustín de Hipona, Sermón 47.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Santa pobreza


"Dios es Él mismo su riqueza, porque Él es el bien infinito... Este Dios siendo rico se hizo pobre haciéndose hombre, con el fin de enriquecernos a nosotros, miserables pecadores. Esto es lo que dice expresamente el apóstol Pablo: «Jesús se hizo pobre, siendo rico, con el fin de enriquecernos con su pobreza» (2 Co 8,9) ¿Cómo? ¡Un Dios... llega al extremo de hacerse pobre! ¿Con qué intención? Difícil de comprender. Los bienes de la tierra no pueden ser más que tierra y fango; pero este fango ciega totalmente a los hombres para que no vean los bienes verdaderos. Antes de la venida de Jesucristo, el mundo estaba totalmente en tinieblas, porque estaban llenos de pecados: "Toda carne ha pervertido su conducta" (Gn 6,12). Es decir: todos los hombres habían oscurecido en ellos la Ley natural grabada en su interior por Dios; vivían como bestias, únicamente preocupados en buscar placeres y bienes de aquí abajo, ignorando totalmente la existencia de bienes eternales. Es por efecto de la divina misericordia que el Hijo de Dios vino Él mismo a disipar estas profundas tinieblas: "Sobre aquellos que habitaban en tinieblas y sombras de muerte, la luz ha resplandecido"(Is 9,1). Más este divino Maestro, ha tenido que instruirnos, no solo por la palabra, sino mucho más y sobre todo, por los ejemplos de su vida. «La pobreza, dijo San Bernardo, es ausencia de cielo; sólo se puede encontrar en la tierra. Maldito el hombre que no conocía el premio, y, por lo tanto, no lo había buscado. Para volverse precioso a nuestros ojos y digno de todos nuestros deseos, ¿qué hizo el Hijo de Dios? Descendió del cielo a la tierra y la ha escogido por compañera para toda su vida". San Alfonso María de Ligorio, Obispo y Doctor de la Iglesia, 8º Discurso para la novena de Navidad.

lunes, 26 de septiembre de 2011

Sin ruido de palabras

"Comprendo y sé muy bien por experiencia que el reino de los cielos está dentro de nosotros. Jesús no tiene necesidad de libros ni de doctores para instruir a las almas. El, el Doctor de los doctores, enseña sin ruido de palabras... Yo nunca le he oído hablar, pero siento que está dentro de mí, y que me guía momento a momento y me inspira lo que debo decir o hacer. Justo en el momento en que las necesito, descubro luces en las que hasta entonces no me había fijado. Y las más de las veces no es precisamente en la oración donde esas luces más abundan, sino más bien en medio de las ocupaciones del día...". Santa Teresita del Niño Jesús, manuscrito A, 83, v.5.

sábado, 24 de septiembre de 2011

Poder de la Virgen María sobre todos los diablos

“Pero el poder de María sobre todos los diablos brillará particularmente en los últimos tiempos, en que Satanás pondrá asechanzas a su talón, es decir, a sus humildes esclavos y a sus pobres hijos, que Ella suscitará para hacerle la guerra. Serán pequeños y pobres, según el mundo, y rebajados ante los otros como el talón, hollados y oprimidos como el talón lo es respecto de los demás miembros del cuerpo; mas, en cambio, serán ricos de las gracias de Dios, que María les distribuirá abundantemente, grandes y exaltados en santidad delante de Dios, superiores a toda criatura por su celo inflamado y tan fuertemente apoyados en el socorro divino, que con la humildad de su talón, en unión de Maria, aplastarán la cabeza del diablo y harán triunfar a Jesucristo”. San Luis María Grignion de Montfort, Tratado de la verdadera devoción, n° 53.

jueves, 22 de septiembre de 2011

El poder de la Santísima Virgen

Según se recoge en las crónicas, durante la instrucción de la causa de Beatificación de San Francisco de Sales, declaró como testigo una de las religiosas que le conoció en el monasterio de la Visitación de Annecy. Refirió que en una ocasión llevaron ante el obispo de Ginebra (Monseñor Carlos Augusto de Sales, sobrino y sucesor de San Francisco en la sede episcopal) a un hombre joven que, desde hacía cinco años, estaba poseído por el demonio, con el fin de practicarle un exorcismo. Los interrogatorios al poseso se hicieron junto a los restos mortales de San Francisco. Durante una de las sesiones, el demonio exclamó lleno de furia:«¿Por qué he de salir?». Estaba presente una religiosa de las Madres de la Visitación, que al oírle, asustada quizá por el furor demoníaco de la exclamación, invocó a la Virgen: «¡Santa Madre de Dios, rogad por nosotros!...».“Al oír esas palabras –prosiguió la monja en su declaración– el Demonio gritó más fuerte: «¡María, María! ¡Para mí no hay María! ¡No pronunciéis ese nombre, que me hace estremecer! ¡Si hubiera una María para mí, como la que hay para vosotros, yo no sería lo que soy! Pero para mí no hay María». Sobrecogidos por estas palabras, la mayoría de los presentes rompieron a llorar. El Demonio continuó: «¡Si yo tuviese un instante de los muchos que vosotros perdéis…! ¡Un solo instante y una María, y yo no sería un demonio!»”.

martes, 20 de septiembre de 2011

Esforzarse por conocer la Tradición

"Siempre resultará provechoso esforzarse en profundizar el contenido de la antigua tradición, de la doctrina y la fe de la Iglesia católica, tal como el Señor nos la entregó, tal como la predicaron los apóstoles y la conservaron los santos Padres. En ella, efectivamente, está fundamentada la Iglesia, de manera que todo aquel que se aparta de esta fe deja de ser cristiano y ya no merece el nombre de tal". San Atanasio, obispo, Carta 1 a Serapión, 28.

domingo, 18 de septiembre de 2011

La santificación que Dios se digna concedernos

"El Apóstol nos enseña en qué consiste esta santificación que Dios se digna concedernos, cuando dice: Ni los impuros, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los sodomitas, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los calumniadores, ni los rapaces poseerán el reino de Dios. Y en verdad que eso erais algunos; pero fuisteis lavados, fuisteis santificados, fuisteis justificados en el nombre de Jesucristo, el Señor, por el Espíritu de nuestro Dios. Afirma que hemos sido santificados en el nombre de Jesucristo, el Señor, por el Espíritu de nuestro Dios. Lo que pedimos, pues, es que permanezca en nosotros esta santificación y -acordándonos de que nuestro juez y Señor conminó a aquel hombre que él había curado y vivificado a que no volviera a pecar más, no fuera que le sucediese algo peor- no dejamos de pedir a Dios, de día y de noche, que la santificación y vivificación que nos viene de su gracia sea conservada en nosotros con ayuda de esta misma gracia". San Cipriano de Cartago, obispo y mártir, Tratado sobre la oración del Señor, cap. 12.

viernes, 16 de septiembre de 2011

La voluntad de Dios que Cristo cumplió y enseñó

"La voluntad de Dios es la que Cristo cumplió y enseñó. La humildad en la conducta, la firmeza en la fe, el respeto en las palabras, la rectitud en las acciones, la misericordia en las obras, la moderación en las costumbres; el no hacer agravio a los demás y tolerar los que nos hacen a nosotros, el conservar la paz con nuestros hermanos; el amar al Señor de todo corazón, amarlo en cuanto Padre, temerlo en cuanto Dios; el no anteponer nada a Cristo, ya que él nada antepuso a nosotros; el mantenernos inseparablemente unidos a su amor, el estar junto a su cruz con fortaleza y confianza; y, cuando está en juego su nombre y su honor, el mostrar en nuestras palabras la constancia de la fe que profesamos, en los tormentos la confianza con que luchamos y en la muerte la paciencia que nos obtiene la corona. Esto es querer ser coherederos de Cristo, esto es cumplir el precepto de Dios y la voluntad del Padre". San Cipriano de Cartago, obispo y mártir, Tratado sobre la oración del Señor, cap. 15.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Amar a los enemigos

"Nosotros, todos los hermanos, consideremos atentamente lo que dice el Señor: «Amad a vuestros enemigos, haced el bien a aquellos que os odian». Nuestro Señor Jesucristo, del que debemos seguir sus huellas (1P 2,21), dio el nombre de amigo a aquel que le traicionó (Mt 26,50), y se ofreció voluntariamente a los que lo iban a crucificar. Así pues, son nuestros amigos, todos los que nos causan injustamente tribulaciones y angustias, afrentas e injurias, dolores y sufrimientos, martirio y muerte. Debemos amarlos mucho, ya que los golpes que nos dan nos merecerán la vida eterna". San Francisco de Asís, Regla primera, 22. 

lunes, 12 de septiembre de 2011

Dios habla hoy como ayer

"Dios nos sigue hablando hoy como hablaba en otros tiempos a nuestros padres, cuando no había ni directores espirituales ni métodos. El cumplimiento de las órdenes de Dios constituía toda su espiritualidad. Ésta no se reducía a un arte que necesitase explicarse de un modo sublime y detallado, y en el que hubiese tantos preceptos, instrucciones y máximas, como parece exigen hoy nuestras actuales necesidades. No sucedía a así en los primeros tiempos, en que había más rectitud y sencillez. Entonces se sabía únicamente que cada instante trae consigo un deber, que es preciso cumplir con fidelidad, y esto era suficiente para los hombres espirituales de entonces. Fija su atención en el deber de cada instante, se asemejaban a la aguja que marca las horas, correspondiendo en cada minuto al espacio que debe recorrer. Sus espíritus, movidos sin cesar por el impulso divino, se volvían fácilmente hacia el nuevo objeto que Dios les presentaba en cada hora del día". Jean Pierre de Caussade S.J., El Abandono en la Divina Providencia, cap. 1.

sábado, 10 de septiembre de 2011

El Espíritu Santo lo llena todo

"¿Quién, habiendo oído los nombres que se dan al Espíritu, no siente levantado su ánimo y no eleva su pensamiento hacia la naturaleza divina? Ya que es llamado Espíritu de Dios y Espíritu de verdad que procede del Padre; Espíritu firme, Espíritu generoso, Espíritu Santo son sus apelativos propios y peculiares. Hacia él dirigen su mirada todos los que sienten necesidad de santificación; hacia él tiende el deseo de todos los que llevan una vida virtuosa, y su soplo es para ellos a manera de riego que los ayuda en la consecución de su fin propio y natural. Él es fuente de santidad, luz para la inteligencia; él da a todo ser racional como una luz para entender la verdad. Aunque inaccesible por naturaleza, se deja comprender por su bondad; con su acción lo llena todo, pero se comunica solamente a los que encuentra dignos, no ciertamente de manera idéntica ni con la misma plenitud, sino distribuyendo su energía según la proporción de la fe. Simple en su esencia y variado en sus dones, está íntegro en cada uno e íntegro en todas partes. Se reparte sin sufrir división, deja que participen en él, pero él permanece íntegro, a semejanza del rayo solar cuyos beneficios llegan a quien disfrute de él como si fuera único, pero, mezclado con el aire, ilumina la tierra entera y el mar. Así el Espíritu Santo está presente en cada hombre capaz de recibirlo, como si sólo él existiera y, no obstante, distribuye a todos gracia abundante y completa; todo disfrutan de él en la medida en que lo requiere la naturaleza de la criatura, pero no en la proporción con que él podría darse. Por él los corazones se elevan a lo alto, por su mano son conducidos los débiles, por él los que caminan tras la virtud, llegan a la perfección. Es él quien ilumina a los que se han purificado de sus culpas y al comunicarse a ellos los vuelve espirituales. Como los cuerpos limpios y transparentes se vuelven brillantes cuando reciben un rayo de sol y despiden de ellos mismos como una nueva luz, del mismo modo las almas portadoras del Espíritu Santo se vuelven plenamente espirituales y transmiten la gracia a los demás. De esta comunión con el Espíritu procede la presciencia de lo futuro, la penetración de los misterios, la comprensión de lo oculto, la distribución de los dones, la vida sobrenatural, el consorcio con los ángeles; de aquí proviene aquel gozo que nunca terminará, de aquí la permanencia en la vida divina, de aquí el ser semejantes a Dios, de aquí, finalmente lo más sublime que se puede desear: que el hombre llegue a ser como Dios". San Basilio Magno, obispo, sobre el Espíritu Santo, Cap 9, núms 22-23

jueves, 8 de septiembre de 2011

Quienes se hallan en la luz

"Efectivamente, quienes se hallan en la luz no son lo que iluminan a la luz, sino ésta la que los ilumina a ellos; ellos, por su parte, no dan nada a la luz, mientras que, en cambio, reciben su beneficio, pues se ven iluminados por ella. Así sucede con el servir a Dios, que a Dios no le da nada, ya que Dios no tiene necesidad de los servicios humanos; Él, en cambio, otorga la vida, la incorrupción y la gloria eterna a los que lo siguen y sirven, con lo que beneficia a los que lo sirven por el hecho de servirlo, y a los que lo siguen por el de seguirlo, sin percibir beneficio ninguno de parte de ellos: pues Dios es rico, perfecto y sin indigencia alguna". San Ireneo de Lyon, Adversus haereses.

martes, 6 de septiembre de 2011

La oración dilata el corazón

"Hijos míos, vuestro corazón es pequeño, pero la oración lo dilata y lo hace capaz de amar a Dios. La oración es una degustación anticipada del cielo, hace que una parte del paraíso baje hasta nosotros. Nunca nos deja sin dulzura; es como una miel que se derrama sobre el alma y lo endulza todo. En la oración hecha debidamente, se funden las penas como la nieve ante el sol. Otro beneficio de la oración es que hace que el tiempo transcurra tan aprisa y con tanto deleite, que ni se percibe su duración. Mirad: cuando era párroco en Bresse, en cierta ocasión, en que casi todos mis colegas habían caído enfermos, tuve que hacer largas caminatas, durante las cuales oraba al buen Dios, y creedme, que el tiempo se me hacía corto. Hay personas que se sumergen totalmente en la oración como los peces en el agua, porque están totalmente entregadas al buen Dios. Su corazón no está dividido. ¡Cuánto amo a estas almas generosas! San Francisco de Asís y santa Coleta veían a nuestro Señor y hablaban con del mismo modo que hablamos entre nosotros. Nosotros, por el contrario, ¡cuántas veces venimos a la Iglesia sin saber lo que hemos de hacer o pedir! Y, sin embargo, cuando vamos a casa de cualquier persona, sabemos muy bien para qué vamos. Hay algunos que incluso parece como si le dijeran al buen Dios: "Sólo dos palabras, para deshacerme de ti..." Muchas veces pienso que cuando venimos a adorar al Señor, obtendríamos todo lo que le pedimos si se lo pidiéramos con una fe muy viva y un corazón muy puro". San Juan María Vianney, (el Cura de Ars), Catequesis sobre la oración.